LO QUE DIOS HA UNIDO, QUE NO LO SEPARE EL HOMBRE | domingo 10 de noviembre 2024

 

«Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo.» Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

Marcos 10:7–9

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 49:1–22, Hebreos 7:1–6)

LO QUE DIOS HA UNIDO, QUE NO LO SEPARE EL HOMBRE

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Con la constante actualización tecnológica, los nuevos dispositivos son más eficientes y complicados que los anteriores. Por eso el principio: «Para mejores resultados, siga las instrucciones del fabricante» está vigente más que nunca. Dios es el creador del matrimonio y es quien conoce la mejor manera para que tenga éxito.

No es bueno que el hombre esté solo. Dios ha creado al ser humano para vivir en una relación de compañerismo amoroso. Para ello le ha provisto el matrimonio y la familia. La relación matrimonial comienza cuando un varón y una mujer se comprometen voluntaria e incondicionalmente para vivir juntos como esposo y esposa en el santo vínculo del matrimonio. Este compromiso, de él con ella y de ella con él, se hace evidente al romper el estrecho vínculo familiar con sus padres para establecer uno nuevo, con su cónyuge. Para expresar ese compromiso incondicional, los dos cónyuges se gozan de la unión física que se constituye en la forma por la que Dios transmite el don de la vida a la siguiente generación. Desde el punto de vista de Dios, la unión sexual es todo menos casual.

El matrimonio es un don de Dios para la humanidad y es Él quien determina las normas del mismo. Pecamos contra este compañerismo amoroso cuando dejamos de tener presente que no tenemos derecho de crear, ni imponer nuestras propias normas para el matrimonio en cuanto a cómo y cuándo terminarlo o idear estilos de vida alternativos para reemplazarlo. Cristo fue claro al enseñar que el matrimonio es un compromiso de por vida, y que nada disuelve el vínculo excepto la infidelidad conyugal o el abandono malicioso (Mateo 19:9; 1 Corintios 7:15). Tanto el varón como la mujer pecan contra este compañerismo amoroso cuando contribuyen a que la convivencia sea insoportable (Mateo 19:10-12). El varón al dar trato áspero a su esposa y la mujer cuando es conflictiva (Colosenses 3:19; Proverbios 21:19). No apreciar el don del matrimonio es un pecado por el que merecemos toda la ira de Dios. Pero Cristo vino para otorgarnos el perdón por sus méritos como nuestro sustituto. En gratitud vamos a querer apreciar el don del matrimonio ayudando a que los cónyuges permanezcan leales a su promesa.

Oración:

Gracias Señor te doy por tu gran misericordia y por tu amor que no merezco, pues me salvaste y me atribuiste los méritos de Jesucristo. Concédeme temerte y amarte a Dios, de modo que en gratitud quiera vivir santamente, apreciando el don del matrimonio y tratando con pureza y pudicia a mi prójimo y a mi propio cuerpo, que es tu templo, mientras espero la segunda venida y el gozo eterno. Amén.

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FLECOS RECORDATORIOS ¿POR QUÉ? | sábado 9 de noviembre 2024

El Señor le ordenó a Moisés que les dijera a los israelitas: Ustedes y todos sus descendientes deberán confeccionarse flecos, y coserlos sobre sus vestidos con hilo de color púrpura. Estos flecos les ayudarán a recordar que deben cumplir con todos los mandamientos del Señor

Números 15:37–39

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 48:21–47, Hebreos 6:13–20)

FLECOS RECORDATORIOS ¿POR QUÉ?

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¿Ha olvidado alguna vez algo muy importante? Una ayuda para recordar es anotar lo importante. Daniel anotó lo principal de una revelación que Dios le dio por medio de sueños y visiones. ¿Toma usted notas en las reuniones de la iglesia? Si la Palabra de Dios es importante para usted, entonces querrá recordarla. (Daniel 7:1)

Dios quiere que recordemos sus enseñanzas. Quiere que prestemos esmerada atención y que procuremos retener su palabra tal como Él la ha enseñado. Por eso Jesucristo advierte: «Así que, presten atención a cómo oyen. A los que escuchan mis enseñanzas se les dará más entendimiento. Pero a los que no escuchan, se les quitará aun lo que piensan que entienden». (Lucas 8:18, NTV) El Señor instruyó que los israelitas usen flecos como parte de su atuendo. Durante las actividades cotidianas, al rozar esos flecos con las manos serían un constante recordatorio de la Palabra de Dios. Sin embargo, los fariseos hicieron flecos más grandes para dar la impresión de ser muy piadosos (Mateo 23:5). Evidentemente ese uso profano de los flecos no agradó a al Señor.

Hoy, contamos con muchas maneras para tener presentes las verdades espirituales tales como las festividades de Pascua y Navidad. Llevar una Biblia en la mano no solo es un recordatorio para nosotros sino también para los demás. Los adornos de nuestros hogares hablan de lo que es importante para nosotros. Sin embargo, el dar un mal uso a estos recordatorios desagrada al Señor tanto como el pecado de los fariseos. Por causa de nuestra naturaleza pecadora contaminamos inclusive el buen uso de ellos. Por eso somos merecedores de toda la ira de Dios por la eternidad en el infierno. Pero Cristo hizo uso santo de todo lo sagrado (no solo de los flecos) en obediencia perfecta de la ley de Dios como sustituto nuestro; y, en la cruz recibió el castigo que merecemos (Mateo 21:12-14; Lucas 8:44) para que esos méritos nos sean atribuido gratuitamente a fin de que tengamos el perdón de los pecados. En gratitud vamos a querer dar uso santo no solo a los símbolos que nos recuerdan la fe sino a todo lo que Dios nos ha dado.

Oración:

Señor, solo merezco la condenación eterna. Pero gracias a tu bondad y misericordia, quisiste enviar a tu Hijo como nuestro sustituto de tal manera que por sus méritos ahora somos declarados justos. En gratitud, te suplico me concedas, por el poder del evangelio en los medios de gracia, vivir santa y piadosamente mientras espero la segunda venida de Jesucristo. Amén.

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ORACIÓN DE MOISÉS, HOMBRE DE DIOS | viernes 8 de noviembre 2024

Señor, tú has sido nuestro refugio generación tras generación. Desde antes que nacieran los montes y que crearas la tierra y el mundo, desde los tiempos antiguos y hasta los tiempos postreros, tú eres Dios. Tú haces que los hombres vuelvan al polvo, cuando dices: «¡Vuélvanse al polvo, mortales!»

Salmo 90: 1–3

 

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 48:1–20, Hebreos 6:8–12)
ORACIÓN DE MOISÉS, HOMBRE DE DIOS

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¿Cuántos años planifica vivir? Algunos quieren llegar a los ochenta. Otros hasta los noventa. Dios planifica que vivamos para siempre ¿Cómo podemos participar en ese plan?

El salmo 90 fue escrito por Moisés. Este siervo de Dios es uno de los pocos privilegiados que llegó a vivir 120 años con plenitud de vida: «Moisés tenía ciento veinte años de edad cuando murió. Con todo, no se había debilitado su vista ni había perdido su vigor.» (Deuteronomio 34:7). Sin embargo, como a todos, le llegó la hora de morir. Él estaba preparado para partir a la eternidad ¿Lo está usted?

Moisés estaba preparado, pues confiaba en el verdadero y eterno Dios, el Dios de la Biblia. También era consciente que Dios es justo y que, puesto que todos hemos pecado, estamos destituidos del favor de Dios (Romanos 3:22,23; 5:18,19) y merecemos la muerte y la ira de Dios por la eternidad. Moisés, reconocía que él estaba necesitado de misericordia divina y que Dios es misericordioso. Moisés estaba preparado para encontrarse con la eternidad pues su fe descansaba en los méritos de Jesucristo como su sustituto para ser salvo de la condenación eterna: «En vez de disfrutar de las riquezas de Egipto, Moisés decidió que era mejor sufrir, como también iba a sufrir el Mesías, […] Moisés confió en Dios, y por eso celebró la Pascua.» (Hebreos 11:26,28, TLA). La única manera de estar preparados para la eternidad es confiando, con fe salvadora, en Jesucristo y sus méritos. La fe salvadora es un don de Dios que él otorga mediante su santo evangelio. Cuanto más expuestos estamos al evangelio más crecemos en esa fe. De ahí lo importante del contacto diario con la Palabra de Dios. En gratitud por los méritos de Cristo vamos a querer alimentarnos del evangelio con la mayor frecuencia posible. (Romanos 1:16-17; 10:17)

Oración:

Padre Santo y misericordioso, confieso que soy por naturaleza pecador y que te he desobedecido con mis pensamientos, palabras, acciones y omisiones. Por esto merezco tu castigo tanto ahora como eternamente. Pero en verdad estoy arrepentido de mis pecados, y confiando en que solo por los méritos de mi Salvador Jesucristo soy perdonado, oro: Señor, ten piedad de mí, un pecador. Amén

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¿QUIÉNES SON LOS PRINCIPALES DEL REINO? | jueves 7 de noviembre 2024

Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: —Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.

Marcos 9:35

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 47, Hebreos 6:1–7)

¿QUIÉNES SON LOS PRINCIPALES DEL REINO?

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¿Ha estado usted alguna vez equivocado? Los discípulos de Cristo también se equivocaban. Pero en el texto que hoy meditamos vemos que estaban totalmente equivocados ¿Cómo así?

Los discípulos de Jesús creían, como muchos otros de su tiempo, que el Mesías vendría como un líder político para libertarlos del dominio imperial y que gobernaría como rey en Jerusalén sobre todo Israel y muchas naciones más. Realmente estaban muy equivocados. Tanto, como muchos otros que imaginan que Jesucristo vendrá a ser el rey de Israel sobre el mundo entero por mil años. Jesucristo fue muy claro cuando dijo: «Mi reino no es de este mundo […] Si lo fuera, mis propios guardias pelearían para impedir que los judíos me arrestaran. Pero mi reino no es de este mundo.» (Juan 18:36). Los discípulos imaginaban que Cristo sería el rey de Israel y que ellos serían sus ministros de gobierno. Por eso querían saber quién sería el mayor de todos en ese reino. Jesús les dio una respuesta que ellos no esperaban: en el reino de los cielos lo importante no es asunto de títulos ni de autoridad. Allí, ser el primero significa ser el último, ser el servidor. El servicio significa el sacrificio de nuestro tiempo y de nuestros talentos e incluso hasta de nosotros mismos por amor a otros, aun cuando ellos no lo reconozcan o no lo aprecien. En el reino de Dios, inclusive la ayuda física, espiritual o emocional que se da a un niño, es algo grande. Sí, ese mismo niño que apenas tiene unos días de concebido, y que el mundo considera unas pocas células sin importancia, para Dios es muy importante.

Nuestro viejo Adán es soberbio y quiere sentirse merecedor de las mercedes divinas. Por eso somos merecedores de toda la ira de Dios y la condenación eterna en el infierno nos está reservada. Pero Cristo vino a salvarnos. Como nuestro sustituto él fue humilde en lugar nuestro y en la cruz padeció el castigo que merecemos. En gratitud vamos a querer ser humildes y vivir para servir. (Filipenses 2:3–8; Mateo 20:25–28)

Oración:

Señor, muchas veces pienso que soberbio no lo soy, pero la verdad es que en mi naturaleza pecadora sí lo soy. Gracias te doy porque, por los méritos de tu Hijo Jesucristo, no he recibido lo que merezco. Te suplico dame un corazón como el de tu Hijo que se humilló hasta la muerte de cruz y guárdame de ofenderte a ti ya mi prójimo con mi soberbia. Amén.

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¿CASTIGA DIOS A LOS HIJOS POR EL PECADO DE SUS PADRES? | miércoles 6 de noviembre 2024

Ahora, Señor, ¡deja sentir tu poder! Tú mismo has dicho que eres lento para la ira y grande en amor, y aunque perdonas la maldad y la rebeldía, jamás dejas impune al culpable, sino que castigas la maldad de los padres en sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos.

Números 14:17–18

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 45–46, Hebreos 5:11–14)

¿CASTIGA DIOS A LOS HIJOS POR EL PECADO DE SUS PADRES?

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La idea de que los hijos son castigados por los pecados de nuestros padres es parte de la enseñanza de muchos. El texto de la meditación de hoy parece apoyar tal idea ¿será así?

En tiempos del Profeta Ezequiel algunos del pueblo de Israel estaban interpretando mal la Palabra, enseñando que «Los padres la hacen, y los hijos la pagan» (Ezequiel 18:2, TLA). Con esta idea daban a entender que Dios era injusto. Para que no quede ninguna duda al respecto, el Señor ordenó a Ezequiel que aclare que tal doctrina no viene de Dios, pues Él es justo: «Todo el que peque, merece la muerte, pero ningún hijo cargará con la culpa de su padre, ni ningún padre con la del hijo: al justo se le pagará con justicia y al malvado se le pagará con maldad» (Ezequiel 18:20). Los líderes judíos del tiempo de Jesús tenían una opinión similar pues se sentían más justos que sus padres. A ellos el Señor les dijo: «¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas! Construyen sepulcros para los profetas y adornan los monumentos de los justos. Y dicen: “Si hubiéramos vivido nosotros en los días de nuestros antepasados, no habríamos sido cómplices de ellos para derramar la sangre de los profetas.” Pero así quedan implicados ustedes al declararse descendientes de los que asesinaron a los profetas.» (Mateo 23:29-31). Sí, Dios es justo y castiga a cada quien por sus pecados propios y no por los de sus antepasados.

¿Por qué entonces el texto de hoy parece decir que Dios sí castiga a los hijos por los pecados de sus padres? Es debido a una deficiente traducción del original. Otras versiones mantienen el significado original, tal como lo hace la Reina Valera: «Jehová, tardo para la ira y grande en misericordia, que perdona la iniquidad y la rebelión, aunque de ningún modo tendrá por inocente al culpable; que visita la maldad de los padres sobre los hijos hasta los terceros y hasta los cuartos». La visita de Dios es la oportunidad que Él nos da para arrepentirnos (Lucas 19:44). Cristo vino para redimirnos de la condenación eterna siendo nuestro sustituto. Obedeció perfectamente la voluntad de Dios y fue a la cruz a sufrir la ira de Dios en lugar nuestro. En gratitud vamos a querer reconocer que merecemos el castigo por nuestro pecado y que hemos sido redimidos gracias a él.

(Filipenses 4:8)

Oración:

Señor, gracias te doy porque siendo yo un miserable pecador, soy merecedor de todos los males. Pero, en tu gracia y por los méritos de tu Hijo, has hecho de mí un heredero de la gloria eterna. Amén.

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LA RENDICIÓN DE CUENTAS | martes 5 de noviembre 2024

Les aseguro que a todo el que tiene, se le dará más, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene.

Lucas 19:26

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 44, Hebreos 5:1–10)

LA RENDICIÓN DE CUENTAS

 

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Cuando «Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo con estas palabras: «Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo.» (Génesis 1:27–28) Así Él le asignó la administración y cuidado del planeta tierra al ser humano. Esta responsabilidad pasa de generación en generación a cada uno de nosotros y el día del juicio, cada uno, debe rendir cuentas respecto al uso o abuso que hizo de la creación de Dios (Romanos 14:12; 1 Pedro 4:5) Sin embargo, los creyentes también daremos cuenta de la asignación que Cristo dio a su iglesia. De eso trata la parábola a la que pertenece el texto de la meditación de hoy.

Dios es el creador de las tres instituciones más importantes de la historia humana: la familia, el estado y la iglesia. Él señaló a la familia la responsabilidad de perpetuar la especie y resguardar la vida espiritual de sus miembros (Génesis 1:28; 18:19; Salmos 127:3). Al estado le asignó la tarea de frenar la maldad (Romanos 13:1,2,4 cf. Proverbios 8:15; Génesis 9:6). Pero a la iglesia le encomendó la predicación de Su Palabra, especialmente el evangelio (Mateo 28:18-20; Marcos 16:16). Dios quiere que la iglesia dé a conocer las buenas noticias de salvación. Esta es la tarea de cada uno de nosotros, no solo de los líderes. En la parábola, quienes recibieron más monedas hicieron su trabajo. Pero el que solo recibió una pensó que lo mejor era guardarla. Hizo esto en directa desobediencia a la orden que instruía: «Hagan negocio con este dinero hasta que yo vuelva.» ese dinero no representaba otra cosa que el evangelio. Dios quiere que anunciemos la buena nueva, no que la callemos. Él quiere que seamos fieles. Pero, por nuestra pecaminosidad, no podemos obedecerle perfectamente. Por eso Él fue nuestro sustituto, pues predicó el evangelio fielmente en lugar nuestro (Juan 4:24) y sufrió, en la cruz, toda la ira de Dios que nosotros merecemos por este pecado. En gratitud vamos a querer ser fieles en la administración de esta responsabilidad.

Oración:

Haz, oh Señor, que la luz de tu Palabra brille siempre en nuestros hogares. Guarda a nuestros niños en la verdadera fe que les impartiste en el Santo Bautismo; y da tu gracia a todos los padres para que puedan criarlos en tu fe y en la obediencia a tu voluntad. Envía tu luz y tu verdad hasta los fines de la tierra. Levanta predicadores, líderes y creyentes fieles que prediquen y enseñen el Evangelio en nuestro país y en todas las naciones. Guíalos, protégelos y prospéralos en todos sus trabajos. Amén.

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EL JUICIO QUE VIENE | lunes 4 de noviembre 2024

Dios, que es justo, pagará con sufrimiento a quienes los hacen sufrir a ustedes. Y a ustedes que sufren, les dará descanso, lo mismo que a nosotros. Esto sucederá cuando el Señor Jesús se manifieste desde el cielo entre llamas de fuego, con sus poderosos ángeles,

2 Tesalonicenses 1:6-7

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 43, Hebreos 4:14–16)

EL JUICIO QUE VIENE

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La vida cristiana en gracia puede incluir el tener que afrontar persecución. El apóstol Pedro, aclara que la persecución es evidencia de que Dios ha declarado que le pertenecemos: «Queridos hermanos, no se extrañen del fuego de la prueba que están soportando, como si fuera algo insólito. Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también sea inmensa su alegría cuando se revele la gloria de Cristo. Dichosos ustedes si los insultan por causa del nombre de Cristo, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre ustedes.» (1 Pedro 4:12–14).

La persecución que sufre un cristiano es prueba de que le pertenece a Cristo. No es un castigo por sus pecados. El mundo incrédulo siempre odiará a los hijos de Dios. Por esa razón los creyentes están expuestos a ser perseguidos. Pero, puesto que Dios es justo, Él retribuirá a los perseguidores con los mismos problemas que ellos les causaron a los creyentes y dará reposo y consuelo a los perseguidos. ¿Cuándo sucederá todo eso? «Esto sucederá cuando el Señor Jesús se manifieste desde el cielo entre llamas de fuego», es decir, cuando llegue el fin del mundo y sea el juicio final. El castigo final para quienes optaron por no beneficiarse de la redención obrada por Cristo es la eterna perdición. Se perderán tanto aquellos que optaron por no conocer a Dios, es decir, no tomarlo en cuenta y también aquellos que, aunque conocían al verdadero Dios tanto como el Dios de la creación, y también como Dios Salvador, pero se negaron a creer que sólo por la obra redentora de Cristo ellos son declarados justos.

Pero a quienes, por la sola fe y por la sola gracia, han confiado en Cristo como su redentor, les espera la dicha eterna junto al Señor, gracias a los méritos de Cristo. En gratitud vamos a querer apreciar lo que Dios hizo por nosotros y confiar que las persecuciones que nos vienen como cristianos son parte de la vida cristiana y son evidencia de que pertenecemos a Cristo.

Oración:

Otorga, ¡oh Dios!, por tu Espíritu Santo, consuelo y alivio a los que padecen aflicción, necesidad, enfermedad, a los que están en peligro de muerte, a todos los que sufren de un modo u otro, y especialmente a los que sufren por causa de tu nombre y de tu verdad, para que acepten sus tribulaciones con resignación cristiana y se sometan a tu benigna voluntad paternal. Amén.

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ARREPENTIMIENTO Y PERDÓN | domingo 3 de noviembre 2024

 

Así dice el SEÑOR: “Párate en el atrio de la casa del SEÑOR, y di todas las palabras que yo te ordené a todas las ciudades de Judá que vienen a adorar en la casa del SEÑOR. No omitas ni una sola palabra. Tal vez te hagan caso y se conviertan de su mal camino. Si lo hacen, me arrepentiré del mal que pensaba hacerles por causa de sus malas acciones”

Jeremías 26:2–3

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 42, Hebreos 4:1–13)

ARREPENTIMIENTO Y PERDÓN

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Grandes hombres de la historia como Alberto Einstein, Abraham Lincoln y Tomás Alba Edison fracasaron en sus primeros desafíos; pero más tarde, cuando tuvieron una nueva oportunidad, alcanzaron grandes logros. Todos queremos una nueva oportunidad alguna vez en la vida. Pero no siempre sucede que tal nueva oportunidad se presente. Por esta razón el lema de los ingenieros militares es «Tu primer error será el último». Si alguien que tiene que desarmar una bomba falla, no vivirá para contarlo. ¿Qué hubiera sucedido si este fuera el lema de Dios? La humanidad entera estaría en el infierno ahora mismo. Pero Dios ha dado a cada ser humano una nueva oportunidad, y no tomarla en cuenta es lo más peligroso.

El texto de la meditación de hoy es parte de una profecía dada por el profeta Jeremías cerca del año 609 a.C., al principio del reinado de Joacim, hijo de Josías y sucesor suyo en el trono de Judá. Por mandato del Señor, Jeremías repitió un mensaje que antes ya había entregado durante el reinado de Josías (Jeremías 7). El profeta reiteraba ante el nuevo gobierno que el Señor cumpliría lo que ya había dicho. Ese mensaje era al mismo tiempo una amenaza y una promesa. La amenaza era que, si el pueblo de Judá no se arrepentía, el templo iba a sufrir el mismo fin que el centro de adoración de Silo. Pero la promesa era que, si se arrepentían, el Señor no llevaría a cabo su juicio. La única esperanza para los que escuchaban las palabras de Jeremías estaba en que reconocieran su verdadera situación. Jeremías no fue el único pues muchos otros profetas habían anunciado este mismo mensaje.

El Señor muestra, su gran amor y su paciencia a la gente de Judá, al darles otra oportunidad. El profeta Jeremías les dijo exactamente lo que el Señor había ordenado, porque el mensaje no era suyo, sino de Dios. La causa por la que estaba luchando no era la suya, sino la del Señor. Por amor, gratitud y reverencia al Señor, Jeremías fue fiel a su llamado al hacer todo lo posible para ayudar a sus oyentes. Por las mismas razones vamos a querer ser fieles nosotros también.

Oración:

Señor, te suplico que por el poder de Tu Palabra me concedas temerte y amarte de modo que no desprecie tu palabra ni la prédica de ella; sino que la considere santa, y la escuche, aprenda y practique de buena voluntad de manera que no me quede callado, sino que predique el evangelio fielmente. Amén.

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LOS MUERTOS EN CRISTO RESUCITARÁN PRIMERO | sábado 2 de noviembre 2024

El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire. Y así estaremos con el Señor para siempre. Por lo tanto, anímense unos a otros con estas palabras.

1 Tesalonicenses 4:16–18

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 40:13–41:18, Hebreos 3:12–19)

LOS MUERTOS EN CRISTO RESUCITARÁN PRIMERO

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Aunque la Biblia llama santos a los creyentes, no disfrutaremos de ser santos perfectamente hasta nuestra muerte. Mientras vivimos en nuestros cuerpos actuales, el viejo Adán contamina aun las buenas obras que hacemos en gratitud por haber sido perdonados. Cuando estamos en el cielo, seremos parte de los santos triunfantes por toda la eternidad ¿Cómo sucederá eso?

En el texto de la meditación de hoy, el apóstol Pablo explica cómo sucederá la resurrección: en el último día, el del juicio final, a la orden del Señor, los muertos en Cristo resucitarán primero. ¿Qué sucederá con los creyentes que todavía están vivos para ese día? Pablo responde: «Fíjense bien en el misterio que les voy a revelar: No todos moriremos, pero todos seremos transformados, en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados.» (1 Corintios 15:51–52). Inmediatamente, «seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire». Cristo transformará nuestro cuerpo en uno nuevo, el cual será nuestro mismo cuerpo, pero sin la naturaleza pecaminosa, sin imperfecciones y sin debilidades. Será un cuerpo «incorruptible» y «espiritual», como el de nuestro Señor resucitado (1 Corintios 15:42–44). Ese mismo día los otros muertos resucitarán a condenación. Sus cuerpos corruptos por el pecado evidenciarán plenamente su calamidad: «Se les pudrirá la carne en vida, se les pudrirán los ojos en las cuencas, y se les pudrirá la lengua en la boca. En aquel día el Señor los llenará de pánico.» « Porque no morirá el gusano que los devora, ni se apagará el fuego que los consume: ¡repulsivos serán a toda la humanidad!» (Zacarías 14:12–13; Isaías 66:24). Puesto que no hemos obedecido perfectamente la voluntad de Dios merecemos padecer toda la ira de Dios en el fuego que no se apaga. Gracias a Jesucristo, quien obedeció perfectamente la voluntad de Dios como nuestro sustituto y quien padeció en la cruz nuestro castigo, hoy podemos esperar la resurrección de vida. En gratitud vamos a querer esperar ese día honrando su nombre.

Oración:

Señor, concédeme, mediante el evangelio, el rechazar la impiedad y las pasiones mundanas, y vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio, mientras aguardo la gloriosa venida de Jesucristo. Amén. (Tito 2:12–13).

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LA GRAN MULTITUD CON TÚNICAS BLANCAS | viernes 1 de noviembre 2024

Después de esto miré, y apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero, vestidos de túnicas blancas y con ramas de palma en la mano. Gritaban a gran voz: «¡La salvación viene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero!»

Apocalipsis 7:9,10

 

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 39:11–40:12, Hebreos 3:7–11)
LA GRAN MULTITUD CON TÚNICAS BLANCAS

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El uno de noviembre es conocido como el día de todos santos. Los todos santos que tienen que ver con esta fecha son los cristianos que ya han muerto y que al presente gozan de la dicha celestial. Sin embargo, en la Biblia, se usa el término santos en referencia a personas que no han muerto todavía ¿Por qué? (Hechos 9:13; 26:10; Romanos 1:7; 12:13; 2 Corintios 1:1; 13:13.)

En la Biblia santo es la persona o cosa limpia moralmente y que está consagrada a Dios. Por una parte, lo santo no tiene nada que ver con el pecado. Pero por otra, santo es aquel que ama lo bueno y aborrece la maldad y lo malo. Los seres humanos somos pecadores por herencia. Hemos heredado de Adán el pecado original por el cual nacemos pecadores. Por tanto no somos santos. Solo Dios es perfectamente santo, como está escrito: «¡Nadie es santo como tú, SEÑOR!» (1 Samuel 2:2, DHH cf. Job 4:18). Sin embargo, el Señor exige que seamos tan santos como lo es Él, «pues está escrito: «Sean santos, porque yo soy santo.» (1 Pedro 1:16 cf. Levítico 11:44–45; Mateo 5:48). Esto significa que Dios quiere que amemos lo bueno con la misma intensidad que Él y que aborrezcamos lo malo tal como lo hace Él. Por causa de nuestra naturaleza pecaminosa, no podemos ser santos en nuestras propias fuerzas y por eso merecemos toda la ira de Dios. Cristo vino para salvarnos y lo hizo siendo nuestro sustituto. Él fue perfectamente santo y sin pecado en lugar nuestro. En la cruz, Jesucristo sufrió toda la ira de Dios pagando la deuda de nuestro pecado. Por esos méritos de Cristo es que Dios nos perdona los pecados, nos recibe como hijos y nos hace herederos de la salvación. En gratitud vamos a querer vivir santamente. Por eso la Biblia llama santos a los que confían únicamente en los méritos de Cristo para ser salvos. Aunque no amamos perfectamente lo bueno y no aborrecemos lo malo, Dios no llama santos pues nos mira a través de Cristo. El texto de la meditación para hoy habla de esto. El apóstol Juan vio una gran multitud de gente de todo pueblo, lengua y nación vestidos de blanco. Ellos son los santos triunfantes que tienen su vestidura limpia por la sangre del Cordero.

Oración:

Señor, imperfecto como soy, solo merezco tu ira. Gracias a los méritos de tu Hijo Jesucristo soy perdonado y limpiado. En gratitud quiero vivir este tiempo de gracia consagrado a Ti llevando mucho fruto de arrepentimiento. Concédeme lograrlo. Amén.

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