Cristianismo ordinario | viernes 17 de enero 2025
Ver serie: Meditaciones
Me pregunto si el diablo ama el cristianismo extraordinario. Por «extraordinario» me refiero a las historias que lees en libros cristianos sobre personas que oraron durante tres horas al día y compartieron el Evangelio con miles de personas e impactaron la vida de millones. Me pregunto si el enemigo ama lo extraordinario porque la mayoría de nosotros somos ordinarios (sin ofender). Nos despertamos con la cabeza en la cama, tratamos de mantenernos al día con el correo electrónico, y tratamos de hacer ejercicio más de lo que comemos postre. Ordinarios. El problema del cristianismo extraordinario es la espiritualidad del espectador. La gente común como tú y yo nos sentamos en las gradas y vemos a los héroes “reales” hacer grandes cosas para Dios.
Pero —escucha— eso pasa por alto una enseñanza impactante de la Biblia: “Dios usa lo ordinario para hacer lo extraordinario”. Gente como tú. Gente como yo. “Las parteras [dos mujeres ordinarias] salvaron la vida a los niños [entre ellos Moisés]” (Éxodo 1:17). Un grupo ordinario de pescadores fueron los primeros seguidores de Jesús (Mateo 4:21). O, mi favorita, esta verdad de Pablo: “Consideren, hermanos, su llamamiento: No muchos de ustedes son sabios, según los criterios humanos, ni son muchos los poderosos, ni muchos los nobles; sino que Dios eligió lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo, para avergonzar a lo fuerte” (1 Corintios 1:26,27).
Así que no te preocupes si no eres el más inteligente, el más delgado, el más fuerte o el último influencer de las redes sociales. Dios no está buscando eso. Él está buscándote a ti, el ordinario tú, para hacer su obra extraordinaria de amar a las personas en el nombre de Jesús.
Oración:
Dios Redentor, que por amor a nosotros te hiciste humano para salvarnos, reconozco que no soy un cristiano extraordinario. Pero Tú haces cosas extraordinarias con los ordinarios como yo: te suplico que en tus manos tomes mi vida y la quebrantes como el alfarero lo hace y la renueves para que sea semejante a tu Hijo, por Jesucristo mi Redentor. Amén.