EL ALFA Y LA OMEGA (Α&Ω) | viernes 22 de noviembre 2024
«Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios—, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.»
—Apocalipsis 1:8
Ver serie: Meditaciones
Por muchos siglos se ha llamado «Adviento» a las cuatro semanas que preceden al 25 de diciembre, la fecha tradicional de la celebración de la navidad de Cristo. ¿Qué significa adviento y por qué los cristianos lo celebran a través de los años?
Adviento significa llegada. Es un tiempo dedicado a meditar en la primera y segunda venida de Cristo. Meditamos en que el pueblo de Dios, con expectativa gozosa, esperó la primera venida que se evidenció el día que la virgen María dio a luz al Hijo de Dios. El tiempo de adviento concluye con la celebración del nacimiento del salvador. La palabra «Navidad» significa «nacimiento». Ese nacimiento no solo fue celebrado en la tierra. El cielo mismo, con gozo, lo celebró cuando la multitud de los ángeles dieron gloria a Dios y adoraron al Salvador recién nacido (Véase Hebreos 1:6; Lucas 2:10–14; Juan 1:14)
Adviento, al celebrar la segunda venida de Cristo, nos recuerda que Él viene como el juez ante quien el mundo entero comparecerá en el juicio final. Pero que también viene para llevar a su iglesia al gozo perpetuo. La vida cristiana aquí en la tierra es una vida de adviento, es decir, de espera vigilante. Cristo dijo las palabras de la meditación de hoy para la iglesia que espera a su Señor.
Alfa y la Omega son la primera y la última letra del alfabeto griego. Jesús aplica estas letras a su nombre para significar la determinación permanente de Dios, de principio a fin, de salvarnos de la condenación eterna: Nos buscó cuando nosotros huíamos de Él. Nos dio la fe cuando nuestro corazón solo producía incredulidad y permanece a nuestro lado, intercediendo por nosotros hasta el fin para que no nos falte fe. Gracias a Él, podemos descansar confiadamente convencidos que lo que ha comenzado lo terminará. Él es el principio y el final de nuestra redención. Somos creyentes por Él, en Él y para Él. (Filipenses 1:6; Hebreos 12:2)
Oración:
Señor, te doy gracias porque por los méritos de tu Hijo, mi sustituto, soy salvo. Confieso que: Por mi razón y por mis propias fuerzas no soy capaz de creer en Jesucristo, mi señor, ni llegar a él. Sino que es el Espíritu santo quien me ha llamado al evangelio, me ha iluminado con sus dones, me ha santificado y mantenido en la fe verdadera, al igual que llama, reúne, ilumina, santifica a toda la cristiandad sobre la tierra y la conserva en la unidad de la verdadera fe en Jesucristo. Él es quien, en esta cristiandad, me perdona a diario y plenamente todos mis pecados así como los de todos los creyentes. Es él quien, en el último día, me resucitará, a mí y a todos los muertos, y me dará la vida eterna, así como a todos los creyentes en Cristo. No hay duda de que esto es cierto. Amén.