Ordinario es como Dios trabaja ordinariamente | miércoles 5 de marzo 2025

(Lectura de la Biblia en tres años: Miqueas 1, Apocalipsis 13:1–4)

Ordinario es como Dios trabaja ordinariamente

Ver serie: Meditaciones

Seguro que te encantaría hacer cambios extraordinarios en tu vida. Tal vez amar incondicionalmente a las personas de tu familia, incluso a ese hermano que nunca está de acuerdo contigo. O tal vez quieras confiar tanto en Dios que te aferres a tu paz pase lo que pase. El tipo de fe que dice a la enfermedad, al cáncer o al último lío político: «Dios lo sabe. Dios lo tiene controlado. Estoy bien». O quizá quieras poner a Dios en primer lugar en tu presupuesto por primera vez. O perdonar a quien abusó de ti hace tantos años. O tener el valor suficiente para compartir tu fe con un viejo amigo. Todos ellos son actos extraordinarios de fe.

¿Pero sabes cómo Dios tiende a hacer cosas extraordinarias en nuestras vidas? A través de cosas ordinarias. Como ir a la iglesia. Como orar atentamente el Padre Nuestro. Como leer (y pensar de verdad) un devocionario diario. Como hacer buenas preguntas y escuchar las respuestas de la gente. Así como el árbol más alto se volvió extraordinario a través de miles de días ordinarios y cientos de lluvias ordinarias, a Dios le encanta usar hábitos simples y fáciles de pasar por alto para formarnos como personas semejantes a Cristo.

El Reino de Dios «puede compararse con el grano de mostaza, que al sembrarlo en la tierra es la más pequeña de todas las semillas, pero que después de sembrada crece hasta convertirse en la más grande de todas las plantas, y echa ramas tan grandes que aun las aves pueden poner su nido bajo su sombra» (Marcos 4:31,32).

Así que no te pierdas el poder de lo ordinario. Lo ordinario es cómo Dios trabaja ordinariamente.

 

Oración:

Dios de las pequeñeces, nadie es más grande y poderoso que tú. Solo tú eres el Altísimo, el supremo y el soberano del universo y la eternidad. Pero te place obrar tus maravillas admirables y sorprendentes por medio de pequeñeces y de aquello que no sobresale y nadie aprecia. Reconozco cuán insignificante soy frente la inmensidad de tu creación. Pero tú me salvaste y perdonaste para tu gloria. Concédeme ser, en tus manos, el instrumento con el que te goces en hacer grandes maravillas, por Jesucristo tu Hijo. Amén.

 

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