Perdonarse a sí mismo | domingo 2 de marzo 2025
(Lectura de la Biblia en tres años: Abdías , Apocalipsis 11:15–19)
Perdonarse a sí mismo
Ver serie: Meditaciones
Cuando has obrado mal y eso ha alterado la vida, ha destrozado las relaciones y no se puede deshacer, aparece la culpa. Sofoca y roba la alegría. La culpa te hunde en la desesperación.
¿Qué necesitas perdonarte? ¿Qué comentario descuidado soltaste o qué acto destructivo hiciste que cambió tu vida?
El rey David conocía la respuesta a esa pregunta: Una aventura. Un encubrimiento en estado de ebriedad. Un asesinato cuidadosamente planeado y tramado. David huyó de la responsabilidad de lo que hizo hasta que fue confrontado por el profeta de Dios: «Te confesé mi pecado; no oculté mi maldad. Me dije: «Confesaré al Señor mi rebeldía», y tú perdonaste la maldad de mi pecado» (Salmo 32:5).
David reconoció su pecado sin excusa. Dios lo perdonó, y aquí está la parte clave: Dios perdonó la culpa de su pecado.
Supongo que ya le has confesado a Jesús ese pecado tan grande y feo que cometiste, probablemente disculpándote muchas veces. ¿Por qué te disculpas de nuevo por algo que Dios ya perdonó? ¡Está perdonado y eliminado para siempre!
Sigues pidiendo perdón y no te sientes perdonado… la culpa permanece… porque no te has perdonado a ti mismo.
Cuando el diablo te ataque con recuerdos de lo que hiciste -y lo hará porque funciona- despide al diablo con estas palabras: «Diablo, estoy perdonado. Ese ya no soy yo. Estoy perdonado por Dios, y me perdono a mí mismo». Trátate a ti mismo con la misma gracia y bondad que Dios te da. Porque Dios ha perdonado hasta la culpa de tu pecado.
Oración:
Misericordioso Dios, te bendigo y agradezco porque me abriste los ojos del entendimiento para que yo comprenda tu inmenso amor por nosotros pobres pecadores. No importa cuantas veces el Diablo me acuse por mis faltas cuando Cristo me perdonó y justificó con los méritos de su perfecta vida de obediencia. Es solo el poder de tu evangelio el que de verdad puede suministrarnos el sostén diario para que en gratitud obremos el bien en adoración del Eterno. Concédeme ser luz de Cristo para quienes me rodean y ser, en tus manos, ser un instrumento de tu paz, por Jesucristo tu Hijo. Amén.
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