DIOS QUIERE QUE NOS CONSIDEREMOS INFERIORES A LOS DEMAS | Viernes 13 de septiembre 2024

Nada hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo. No busquéis vuestro propio provecho, sino el de los demás. 

Filipenses 2:3-4, Reina-Valera 1995

 

DIOS QUIERE QUE NOS CONSIDEREMOS INFERIORES A LOS DEMAS

El título de este devocional tal vez no nos llama la atención porque, desde que tenemos uso de razón, nos han enseñado a tener una actitud de competición, que nos lleva a la rivalidad y a la vanidad. Jesús, por amor a nosotros, para ganar nuestras almas nunca vio a nadie como su rival. Actuó siempre sin vanidad. Nunca vio a los fariseos como sus rivales. Al contrario, Jesús siempre quiso que se arrepintieran. En Mateo 23:1-3, leemos: «Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.» Por amor a las personas, a los discípulos, y aun a los fariseos y escribas que le escuchaban en ese momento, les alertó como manejar el mensaje que ellos predicaban. Dijo: «escúchenlos, pero no hagan lo que ellos hacen». Jesús estaba cuidando las almas de todas las personas que estaban allí. Y en este acto de Jesús, encontramos perdón de nuestro pecado en contra del quinto y del octavo mandamiento. Porque la rivalidad lleva a atentar contra la otra persona y la vanidad lleva a despreciar el nombre del prójimo.

Pero el Padre en los cielos ha acreditado a nosotros la vida perfecta de Jesús, incluyendo el hecho de que no practicó nunca la rivalidad. También aceptó el sacrificio de Jesús por nuestros pecados en contra de esta voluntad de Dios. Y ahora el Espíritu Santa produce en nosotros el deseo de vivir en forma diferente, movidos por el agradecimiento a la obra de Jesús, como lo leemos en Efesios 5:2, «Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.» El Espíritu Santo, por medio del amor de Jesús, nos lleva a querer ser humildes, y esto lo demostramos no considerándonos superiores a nadie, no buscando nuestro propio provecho, porque este mismo Espíritu obra en nosotros el deseo de siempre pensar en el bienestar del prójimo. ¡Qué el Espíritu Santo nos conceda esto en el nombre de Jesús! Amén.

Oración:

Gracias, Padre Santo, por salvarnos y librarnos de la condenación eterna que justamente merecemos. Gracias, por Jesucristo, tu Hijo, que obedeció perfectamente en lugar de nosotros y porque con su sacrifico en la cruz pago nuestra culpa, en el nombre de Jesús. Amén.

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