EL CELO POR LA DOCTRINA | domingo 27 de octubre 2024

 

Les ruego, hermanos, que se cuiden de los que causan divisiones y dificultades, y van en contra de lo que a ustedes se les ha enseñado. Apártense de ellos. Tales individuos no sirven a Cristo nuestro Señor, sino a sus propios deseos. Con palabras suaves y lisonjeras engañan a los ingenuos.

Romanos 16:17–18

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 35, Hebreos 1:5–14)

EL CELO POR LA DOCTRINA

Ver serie: Meditaciones

El problema de la levadura en la doctrina no es algo sin importancia. Puesto que solo el evangelio tiene el poder de salvar y que el Espíritu Santo nos otorga el don de la fe mediante el evangelio, el peligro de contaminar el evangelio es grande pues puede llegar a debilitar la fe de los creyentes. Una fe débil puede perderse fácilmente. Por esa razón Pablo exhorta: «Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos.» (Romanos 16:17 RV60)

No hay mucha dificultad en apartarse de una persona que tuerce la doctrina. Pero cuando la levadura ha crecido y ha llegado a contaminar no solo a los líderes de una congregación sino también a la gran mayoría de ellos, obedecer a la Palabra de Dios puede llegar a ser muy duro. En el siglo cuarto, en Alejandría (Egipto) un hereje llamado Arrio enseñó que Cristo no era Dios, el Hijo, y solo era la primera criatura de Dios. El pastor Alejandro y el diácono Atanasio, ante la persistencia de Arrio en su falsa doctrina, lo apartaron de la iglesia. Arrio promovió su falsa doctrina por todo el Imperio Romano y ganó a muchos al punto que su seguidor, Eusebio de Nicomedia, llegó a ser el instructor del emperador Constantino y de sus hijos. A la muerte de Constantino sus hijos apoyaron la persecución contra los cristianos trinitarios. Un día alguien le dijo a Atanasio: «Atanasio, todo el mundo está contra ti». Él respondió: «Qué así sea, Atanasio contra todo el mundo» Atanasio aplicó a su vida el principio que Dios le dio al profeta Jeremías: «Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.» (Jeremías 15:19 RV60). En gratitud a la preciosa vida y sangre de Cristo vamos a querer hacer lo mismo.

Oración:

Concédeme, Señor, el querer mantener mi mirada en ti y en tu obra redentora, de manera que en mí haya tal gratitud que me mueva a compartir el evangelio a los demás, revela en mi vida el amor que tú me has mostrado en tu Hijo. Te suplico me santifiques en la verdad de manera que no me haga cómplice de la mentira cuando el enemigo mediante sus estrategas quiere adulterar el mensaje. Amén.

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