Hoy, no algún día | sábado 1 de febrero 2025
(Lectura de la Biblia en tres años: Daniel 5, Judas 1–7)
Hoy, no algún día
Ver serie: Meditaciones
Crecí en una ciudad pequeña de Wisconsin llamada Johnson Creek. Mi amigo más cercano estaba a kilómetros de distancia, en otra “metrópolis”, Helenville. La concurrida carretera en la que vivía no me permitía andar en bicicleta porque mi madre se preocupaba por mi seguridad. Con hermanos mayores fuera de casa o demasiado geniales para construir fuertes y jugar a Star Trek (sí, soy un Trekkie*), estuve solo. Recuerdo haber dicho: “Hombre, si solo tuviera a alguien con quien pasar el rato, no me sentiría solo”.
Lamentablemente, este sentimiento no siempre desaparece cuando crecemos. Puedes estar en un colegio lleno de gente y tener esta sensación. Puedes darte la vuelta y poner tu mano en el lugar vacío de tu cama donde solía dormir tu cónyuge, que ahora se ha ido o está luchando en el extranjero.
Apuesto a que el ladrón en la cruz junto a Jesús sintió esa soledad. Eligió su vida de pecado, e iba a morir sin ninguna seguridad de lo que vendría después. Podemos sentir fácilmente como si viviéramos en nuestra propia isla solitaria y sumergidos en pecado. Pero las palabras de Jesús a este ladrón nos dan un gran consuelo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). HOY, no algún día. Hoy Jesús está contigo, querido lector. «Estará» no es un tal vez; es un hecho. Él está con nosotros ahora, cada día de nuestras vidas, siempre a nuestro lado, y estará con nosotros cuando lleguemos al paraíso. ¿Por qué? Porque Jesús experimentó la máxima soledad por nosotros para que podamos estar con Dios para siempre.
Oración:
Bendito Padre eterno, no existe peor soledad que la de no contar con tu compañía ni tampoco existe mejor compañía que la tuya. Por cuanto tu Hijo, en lugar nuestro, sufrió la peor soledad cuando exclamó «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» puedo confiar que no estoy solo. Tal como afirma el dicho: «Cristo y yo somos mayoría absoluta», puedo confesar que quien tiene a Cristo, lo tiene todo y que a quien le falta Cristo le falta todo. En esa convicción te doy gracias no solo por salvarme sino por hacerme parte de la gran compañía de creyentes de todos los siglos que por siempre disfruta tu presencia, por Jesucristo tu Hijo. Amén.
*Trekkie: se denominan así los fanáticos de la franquicia Star Trek.