LA LEY MORAL Y EL PRÓJIMO | lunes 7 de octubre 2024

No asesinarás. No adulterarás. No hurtarás.

Éxodo 20:13–15, La Biblia Textual

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 18:18–19:15, 2 Timoteo 1:10–18)

LA LEY MORAL Y EL PRÓJIMO

Ver serie: Meditaciones

«No tengo nada de qué arrepentirme, nunca he matado a nadie» afirma el hombre soberbio. Por esta razón Jesucristo mostró el espíritu de este y de otros mandamientos que tienen que ver con aquello que hace daño al prójimo. El texto que hoy meditamos considera el daño que se comente contra el prójimo: en su vida, en su familia y en su propiedad privada.

Jesucristo después de citar el mandamiento «No asesinarás», dijo: «Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano […] cualquiera que insulte a su hermano […] cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al juicio del infierno. (Mt 5.22). El mandamiento «No asesinarás» condena la ira contra el prójimo. El odio, la ira, los gritos, el acoso, le causan estrés al prójimo. Por eso atentan contra su vida y la acortan. El adulterio destruye el hogar del prójimo y el robo va en detrimento de su economía. Dios quiere que ayudemos a cuidar la vida, el hogar y la propiedad de nuestro prójimo. Fallar nos hace merecedores del infierno. Con sus méritos, Cristo nos salvó de la condenación que merecemos. En gratitud vamos a querer temer y amar a Dios, de modo que no causemos daño a nuestro prójimo en su cuerpo, en su vida, ni en su familia; sino que le ayudemos a conservar y mejorar su salud, su hogar, sus bienes y medios de vida.

Oración:

Aunque merecemos tu justa ira y tu castigo, te pedimos, ¡oh, Padre de misericordia!, que perdones nuestro pecado y nuestras muchas rebeliones. Defiéndenos de todo mal y peligro, en nuestro cuerpo y en nuestra alma. Líbranos de la guerra y derramamiento de sangre, de los crímenes, de las tempestades y las sequías, de los incendios, de las epidemias, de la angustia del corazón y del desesperar de tu misericordia. Otorga, consuelo y alivio a los que padecen aflicción, necesidad, enfermedad, a los que están en peligro de muerte, a todos los que sufren de un modo u otro. Bendice asimismo los frutos de la tierra para que a su tiempo podamos gozar de ellos. Da prosperidad a todos cuantos se ocupan en algo útil en tierra, aire o mar, a los que se consagran a las bellas artes o a la enseñanza, y cólmalos de tus bendiciones. Amén.

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