La meta de la vida | sábado 1 de marzo 2025

(Lectura de la Biblia en tres años: Amós 8:4–9:15, Apocalipsis 11:1–14)

La meta de la vida

Ver serie: Meditaciones

Cuando Bill Broadhurst se inscribió en la Pepsi 10K de 1981 en Omaha, no tenía ninguna posibilidad de ganar. Diez años antes había sufrido un aneurisma cerebral que lo dejó parcialmente paralizado, lo que hacía que cada paso de esos 10 km pareciera un maratón. Pero Bill se inscribió porque su héroe corría ese día. Bill Rodgers, el atleta de talla mundial que acababa de ganar su tercer maratón de Boston consecutivo, hizo el viaje a Omaha, una carrera que ganaría fácilmente. Pero «fácilmente» sería la última palabra para describir la carrera de Bill Broadhurst. Después de 2 horas y 29 minutos, con una media de 24 minutos por milla, cruzó la línea de meta arrastrando su cuerpo exhausto y terminó en último lugar.

Pero, ¿adivinen quién apareció? Bill Rodgers se acercó a Broadhurst, con la medalla de oro al cuello, y sonrió. «Toma», dijo Rodgers, quitándose la medalla y colocándola sobre el corazón del hombre que había acabado último.

¿No es esa nuestra historia? Tropezamos espiritualmente a lo largo de nuestras vidas, nos quedamos cortos y caemos. Luchamos por hacer lo correcto, por decir lo correcto, por pensar lo correcto. A veces nos sentimos últimos en la carrera hacia la vida cristiana perfecta. Pero entonces aparece Jesús, el Jesús que corrió la carrera perfecta, el Jesús que soportó cada paso del camino. Y toma su premio -su conexión constante con Dios- y dice: «Toma». Es su regalo. Y es nuestro por la fe.

«Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor» (Romanos 6:23). ¡Qué regalo! ¡Qué Salvador!

Oración:

Admirable Señor, confieso que en cuanto a obedecer tu santa voluntad mi deficiencia es tal que soy el último de la carrera. Por tanto no merezco nada de ti excepto toda tu ira en contra de mí por la eternidad. Pero tú eres misericordioso y en tu amor incondicional gratuitamente me atribuyes el mérito de Cristo. Es solo en Cristo que soy declarado justo, gracias a su perfecta obediencia activa (Cristo fue perfecto en todos sus caminos y lo fue en lugar nuestro) y su obediencia pasiva en favor de mí (fe torturado, colgado y sufrió el desamparo del Padre en la cruz por mí). Te suplico me mantengas firme en la verdadera fe para la vida eterna, por Jesucristo tu Hijo. Amén.

 

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