LA ORACIÓN DE GRATITUD DEL REY DAVID | miércoles 27 de noviembre 2024
El SEÑOR me ha pagado conforme a mi justicia; me ha premiado conforme a la limpieza de mis manos, pues he andado en los caminos del SEÑOR; no he cometido mal alguno ni me he apartado de mi Dios.
—Salmos 18:20–21
(Lectura de la Biblia en tres años: Ezequiel 1, Hebreos 11:17–22)
LA ORACIÓN DE GRATITUD DEL REY DAVID
Ver serie: Meditaciones
Esta oración del rey David, ha desconcertado a muchos, pues pareciera que él creyera que nunca cometió error alguno y mucho menos un pecado. Sin embargo, es de conocimiento general que uno de los pecados más sonados de David fue su adulterio con la esposa de Urías y el haber conspirado para que este muera. Puesto que David escribió: «No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!» (Salmo 14:3) y que su hijo Salomón dijo: «No hay en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque» (Eclesiastés 7.16 7:20) queda la interrogante ¿Por qué afirma tener limpieza de manos y haber caminado los caminos del Señor?
Según la Biblia, David era conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22); «Noé era un hombre justo y honrado entre su gente. Siempre anduvo fielmente con Dios.» (Génesis 6:9); y Lot, era un «justo, que convivía con ellos y amaba el bien» Todos estos siervos de Dios fueron igual de pecadores que cualquier otro ser humano. ¿Por qué son llamados justos?
La Biblia llama justos a estas personas porque ellos eran creyentes que, para ser justos delante de Dios, confiaban en los méritos de Cristo y no en sus propios méritos. Tal como está escrito: «En realidad, si Abraham hubiera sido justificado por las obras, habría tenido de qué jactarse, pero no delante de Dios. Pues ¿qué dice la Escritura? «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia.» (Romanos 4:2,3) Por esto David pudo decir que caminó los caminos del Señor y que tenía manos limpias (por los méritos de Cristo). Nuestra situación es la misma que la de ellos. La justicia que nos pone a cuantas con Dios no es la que proviene de nosotros mismos ni de nuestras buenas obras y méritos. Solo los méritos de Cristo como nuestro sustituto cumplen el requisito divino. Su obediencia perfecta no es atribuida gratuitamente y su muerte en la cruz paga nuestro pecado. En gratitud vamos a querer obrar lo bueno, sabiendo que tales obras solo tienen valor cuando los méritos de Cristo le son añadidos.
Oración:
Padre Santo y misericordioso, confieso que soy por naturaleza pecador y que te he desobedecido con mis pensamientos, palabras, acciones y omisiones. He hecho lo que es malo y he fallado en hacer lo que es bueno. Por esto merezco tu castigo tanto ahora como eternamente. Pero en verdad estoy arrepentido de mis pecados, y confiando en mi Salvador Jesucristo, suplico tu misericordia y me regocijo por saber que la justicia de Cristo me es atribuida gratuitamente. Afírmame, por tus medios de gracia en la verdadera fe para la vida eterna. Amén