LA ORACIÓN Y LA GUERRA ESPIRITUAL | lunes 21 de octubre 2024

Ustedes deben orar así: […] líbranos del maligno

Hebreos 4:12

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 31:1–26, Tito 3:1–11)

LA ORACIÓN Y LA GUERRA ESPIRITUAL

Ver serie: Meditaciones

Santiago enseña: «Que nadie, al ser tentado, diga: «Es Dios quien me tienta.» Porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie. Todo lo contrario, cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen.» (Santiago 1:13–14). Aunque existen tentaciones que provienen de la carne y del mundo, al final de cuentas, todas proceden del maligno. Es el diablo quien tentó a Eva en el paraíso y quien tentó a Jesucristo en el desierto. El diablo está en continua guerra contra el pueblo de Dios procurando no solo que caigan en pecado, sino que le sucedan cosas malas. ¿Cómo así?

Cristo pone esta petición al final de la oración porque el diablo ha venido y es un ladrón que viene a «robar, matar y destruir» (Juan 10:9). Quiere robarnos todas las bendiciones que pedimos en las otras peticiones de la oración que Cristo enseñó. Pablo obraba de modo «que Satanás no se aproveche de nosotros, pues no ignoramos sus artimañas.» (2 Corintios 2:11). El diablo solo tiene poder para dañarnos cuando nuestra confianza está puesta en cualquier cosa que no sea Dios mismo. Así que procurará que confiemos en lo que sea, más que en el Señor. Puesto que nuestro viejo Adán tiene esa tendencia, es importante clamar a Dios que sea él quien nos libre del maligno. Si Dios no nos protegiese, no estaríamos ni una hora seguros ante el diablo. Dios quiere que le roguemos también por todo lo que atañe a nuestro cuerpo y que no busquemos ni esperemos auxilio alguno, sino en él. Si queremos ser guardados de todo mal y quedar libres de él, previamente debe santificarse el nombre de Dios en nosotros; ha de estar su reino entre nosotros y hacerse su voluntad. Después, finalmente, nos preservará de pecados y deshonra y, además, de todo lo que nos duele y nos daña. Solo Dios puede librarnos del maligno. En gratitud vamos a querer confiar solo en él para ser guardados de todo mal.

Oración:

Señor, aunque merecemos tu justa ira y tu castigo, te pedimos, ¡oh Padre de misericordia!, que perdones nuestro pecado y nuestras muchas rebeliones. Defiéndenos de todo mal y peligro, en nuestro cuerpo y en nuestra alma. Líbranos de doctrinas falsas y perniciosas, y de guerra y derramamiento de sangre, de las tempestades y las sequías, de los incendios, de las epidemias, de la angustia del corazón y del desesperar de tu misericordia. En todo tiempo sé tú nuestra ayuda eficaz. Amén.

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