LO QUE DIOS HA UNIDO, QUE NO LO SEPARE EL HOMBRE | domingo 10 de noviembre 2024

 

«Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo.» Así que ya no son dos, sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.

Marcos 10:7–9

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 49:1–22, Hebreos 7:1–6)

LO QUE DIOS HA UNIDO, QUE NO LO SEPARE EL HOMBRE

Ver serie: Meditaciones

Con la constante actualización tecnológica, los nuevos dispositivos son más eficientes y complicados que los anteriores. Por eso el principio: «Para mejores resultados, siga las instrucciones del fabricante» está vigente más que nunca. Dios es el creador del matrimonio y es quien conoce la mejor manera para que tenga éxito.

No es bueno que el hombre esté solo. Dios ha creado al ser humano para vivir en una relación de compañerismo amoroso. Para ello le ha provisto el matrimonio y la familia. La relación matrimonial comienza cuando un varón y una mujer se comprometen voluntaria e incondicionalmente para vivir juntos como esposo y esposa en el santo vínculo del matrimonio. Este compromiso, de él con ella y de ella con él, se hace evidente al romper el estrecho vínculo familiar con sus padres para establecer uno nuevo, con su cónyuge. Para expresar ese compromiso incondicional, los dos cónyuges se gozan de la unión física que se constituye en la forma por la que Dios transmite el don de la vida a la siguiente generación. Desde el punto de vista de Dios, la unión sexual es todo menos casual.

El matrimonio es un don de Dios para la humanidad y es Él quien determina las normas del mismo. Pecamos contra este compañerismo amoroso cuando dejamos de tener presente que no tenemos derecho de crear, ni imponer nuestras propias normas para el matrimonio en cuanto a cómo y cuándo terminarlo o idear estilos de vida alternativos para reemplazarlo. Cristo fue claro al enseñar que el matrimonio es un compromiso de por vida, y que nada disuelve el vínculo excepto la infidelidad conyugal o el abandono malicioso (Mateo 19:9; 1 Corintios 7:15). Tanto el varón como la mujer pecan contra este compañerismo amoroso cuando contribuyen a que la convivencia sea insoportable (Mateo 19:10-12). El varón al dar trato áspero a su esposa y la mujer cuando es conflictiva (Colosenses 3:19; Proverbios 21:19). No apreciar el don del matrimonio es un pecado por el que merecemos toda la ira de Dios. Pero Cristo vino para otorgarnos el perdón por sus méritos como nuestro sustituto. En gratitud vamos a querer apreciar el don del matrimonio ayudando a que los cónyuges permanezcan leales a su promesa.

Oración:

Gracias Señor te doy por tu gran misericordia y por tu amor que no merezco, pues me salvaste y me atribuiste los méritos de Jesucristo. Concédeme temerte y amarte a Dios, de modo que en gratitud quiera vivir santamente, apreciando el don del matrimonio y tratando con pureza y pudicia a mi prójimo y a mi propio cuerpo, que es tu templo, mientras espero la segunda venida y el gozo eterno. Amén.

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