POR LA SOLA GRACIA MEDIANTE LA SOLA FE | miércoles 30 de octubre 2024

Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.

Efesios 2:8–9

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 38:1–13, Hebreos 2:12–18)

POR LA SOLA GRACIA MEDIANTE LA SOLA FE

Ver serie: Meditaciones

El Señor Jesucristo ascendió al cielo dejando un grupo de quinientos discípulos a cargo de sus apóstoles con la comisión de comunicar la verdad del evangelio por todo el mundo. Diez días más tarde ya eran más de cinco mil y, al poco tiempo, diez mil. En pocos años llenaron de discípulos el Imperio Romano. Todos ellos enseñaban que la salvación había sido ganada por Jesucristo como nuestro sustituto cuando vino a obedecer activa y perfectamente la voluntad de Dios y sufrió en la cruz el castigo eterno que merecemos. Así Cristo ganó ese perdón anunciado gratuitamente a los pecadores que contritos lamentaban su pecado. Para 1517, ese evangelio estaba a punto de ser olvidado ¿Cómo así?

Desde el primer siglo los discípulos de Cristo en los diferentes lugares del mundo se congregaron para dar gracias al Señor por la salvación gratuita viviendo vidas santas y cumpliendo la gran comisión. Sin embargo, como ya fue profetizado por Cristo y sus apóstoles, la apostasía vendría. Todas las iglesias cristianas provenían de aquella primera iglesia establecida en Jerusalén en Pentecostés. Esa iglesia original llegó a ser conocida como iglesia católica que significa universal. La apostasía profetizada se dio en esa única iglesia que existió en el mundo cerca de 1500 años. Dios levantó siervos que advirtieron a los líderes católicos del pecado de apostasía al que estaban arrastrando al pueblo cristiano. Cuando Lutero denunció este pecado, y los líderes católicos persistieron en su error, la iglesia se dividió entre católicos evangélicos y católicos apóstatas. Los evangélicos querían permanecer fieles al evangelio puro. Pero los apóstatas querían ser fieles a las doctrinas de hombres. Entre 1545 y 1563 los líderes del catolicismo apóstata celebraron el Concilio de Trento y condenaron la Doctrina evangélica: «Si alguien dice que el pecador es justificado sólo por la fe, significando con ello que no se requiere ninguna colaboración para alcanzar la gracia de la justificación, y que de ninguna manera es necesario que esté preparado y dispuesto por la acción de su propia voluntad… sea anatema» (Denzinger, 1559). El papado no solo rechazó la pura doctrina, sino que anatemizó (pronunció una maldición) al que la enseñe. Así, el papado, se reveló como el anticristo pues condena la salvación por la sola gracia por medio de la sola fe (2 Tesalonicenses 2:3,4).

(Filipenses 4:8)

Oración:

Concédeme, Señor, el querer mantener mi mirada en ti y en tu obra redentora, de manera que en mí haya tal gratitud que me mueva a compartir el puro evangelio a los demás sin añadirle requisitos. Te suplico me santifiques en la verdad de manera que no me haga cómplice de la mentira cuando el enemigo mediante sus estrategas quiere adulterar el mensaje. Amén.

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