¿QUIÉNES SON LOS PRINCIPALES DEL REINO? | jueves 7 de noviembre 2024

Entonces Jesús se sentó, llamó a los doce y les dijo: —Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.

Marcos 9:35

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 47, Hebreos 6:1–7)

¿QUIÉNES SON LOS PRINCIPALES DEL REINO?

Ver serie: Meditaciones

¿Ha estado usted alguna vez equivocado? Los discípulos de Cristo también se equivocaban. Pero en el texto que hoy meditamos vemos que estaban totalmente equivocados ¿Cómo así?

Los discípulos de Jesús creían, como muchos otros de su tiempo, que el Mesías vendría como un líder político para libertarlos del dominio imperial y que gobernaría como rey en Jerusalén sobre todo Israel y muchas naciones más. Realmente estaban muy equivocados. Tanto, como muchos otros que imaginan que Jesucristo vendrá a ser el rey de Israel sobre el mundo entero por mil años. Jesucristo fue muy claro cuando dijo: «Mi reino no es de este mundo […] Si lo fuera, mis propios guardias pelearían para impedir que los judíos me arrestaran. Pero mi reino no es de este mundo.» (Juan 18:36). Los discípulos imaginaban que Cristo sería el rey de Israel y que ellos serían sus ministros de gobierno. Por eso querían saber quién sería el mayor de todos en ese reino. Jesús les dio una respuesta que ellos no esperaban: en el reino de los cielos lo importante no es asunto de títulos ni de autoridad. Allí, ser el primero significa ser el último, ser el servidor. El servicio significa el sacrificio de nuestro tiempo y de nuestros talentos e incluso hasta de nosotros mismos por amor a otros, aun cuando ellos no lo reconozcan o no lo aprecien. En el reino de Dios, inclusive la ayuda física, espiritual o emocional que se da a un niño, es algo grande. Sí, ese mismo niño que apenas tiene unos días de concebido, y que el mundo considera unas pocas células sin importancia, para Dios es muy importante.

Nuestro viejo Adán es soberbio y quiere sentirse merecedor de las mercedes divinas. Por eso somos merecedores de toda la ira de Dios y la condenación eterna en el infierno nos está reservada. Pero Cristo vino a salvarnos. Como nuestro sustituto él fue humilde en lugar nuestro y en la cruz padeció el castigo que merecemos. En gratitud vamos a querer ser humildes y vivir para servir. (Filipenses 2:3–8; Mateo 20:25–28)

Oración:

Señor, muchas veces pienso que soberbio no lo soy, pero la verdad es que en mi naturaleza pecadora sí lo soy. Gracias te doy porque, por los méritos de tu Hijo Jesucristo, no he recibido lo que merezco. Te suplico dame un corazón como el de tu Hijo que se humilló hasta la muerte de cruz y guárdame de ofenderte a ti ya mi prójimo con mi soberbia. Amén.

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