Un país mejor | viernes 4 de julio 2025

 

(Lectura de la Biblia en tres años: Éxodo 23:14–19, Mateo 13:47–50)
Un país mejor

Ver serie: Meditaciones

Hasta 400.000 migrantes centroamericanos intentan entrar en Estados Unidos cada año. Cuando llegan a la frontera entre México y Estados Unidos, han realizado un viaje peligroso, soportando una amenaza constante de asalto, violación, robo o secuestro por parte de bandas criminales y policías corruptos.

¿Por qué arriesgar ese viaje? Huyen de la desesperanza, de la violencia. Anhelan una vida mejor. Un futuro. Un hogar.

Los que no tenemos motivos para huir a veces olvidamos que también somos nómadas. La Biblia describe a los creyentes como «extranjeros y peregrinos en esta tierra […] que anhelaban una patria mejor, es decir, la patria celestial. Por eso Dios no se avergüenza de llamarse su Dios; al contrario, les ha preparado una ciudad» (Hebreos 11:13,16).

Quizá estemos demasiado cómodos. Cada mañana deberíamos anhelar el cielo, no sólo nuestra primera taza de café. Deberíamos soportar de buen grado nuestras penurias; al fin y al cabo, sabemos que un día nuestro sufrimiento será devorado por la alegría. Deberíamos ayudar a nuestros compañeros de viaje; en lugar de eso, comprobamos nuestros relojes y carteras y decidimos que no nos sobra ayuda. No deberíamos temer cruzar la frontera de la muerte… pero nuestros corazones siguen aferrados a los breves placeres de la tierra.

Dios se avergüenza de nosotros. Y, sin embargo, nos amó enviando a su Hijo. Jesús dejó su trono para unirse a nuestra peregrinación. Ajeno al pecado, cargó con el nuestro. Envuelto en la vergüenza y el dolor, cruzó la frontera de la muerte. Ganó para nosotros una patria celestial. Nos enseña a servir a nuestros compañeros de viaje. Nos equipa para que un día nos despidamos alegremente de este mundo porque nos espera un hogar mejor.

 

Oración:

Padre celestial. Te bendigo y agradezco por salvarnos de la condenación eterna y brindarnos la fe y la vida eterna. Confieso que he pecado al permitir que este mundo caído sea mi prioridad. Nos llamaste a ser ciudadanos del cielo pero fallamos al querer poner nuestras expectativas en los bienes terrenales. Concédeme un corazón arrepentido, centrado en Cristo, y en lo que él hizo para salvarnos, para que sea buen administrador de los dones que me diste y un eficiente instrumento de tu paz, por Jesucristo tu Hijo. Amén.

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