Ungido con aceite | sábado 5 de julio 2025

(Lectura de la Biblia en tres años: Éxodo 23:20–33, Mateo 13:51–52)

Ungido con aceite

Ver serie: Meditaciones

En el Antiguo Testamento, los reyes israelitas eran ungidos con aceite, marcándolos como nuevos líderes del pueblo. En el Salmo 23:5, el rey David escribió: «Unges mi cabeza con aceite». Eso ocurrió realmente. David fue ungido rey del pueblo de Dios. Pero recuerda que este salmo está lleno de imágenes de pastores y ovejas. Aquí hay otro significado relacionado con el pastoreo y contigo.

En el árido paisaje de Oriente Próximo, la hierba no crece en abundancia. Los mechones de hierba son rápidamente arrebatados por las ovejas. Algunas de las hierbas más selectas se encuentran bajo espinas y cardos. Crece durante mucho tiempo, ya que no la tocan otros animales que pastan, y la espesa cubierta de los arbustos espinosos mantiene el refrescante rocío sobre la hierba durante más tiempo a lo largo del día. Las ovejas no pueden resistir la tentación. Cuando las espinas y los cardos se desgarran en la cabeza de las ovejas, las moscas se dan un festín con las heridas abiertas. Es doloroso. Trae la infección. El pastor -después de ver las heridas causadas por el descarrío de las ovejas- aplica generosamente aceite a las cabezas de los animales. El aceite protege a las ovejas del ataque de las moscas y alivia el dolor.

Jesús te unge con aceite. Jesús ve las heridas que llevas por haber caído en las tentaciones del diablo. Sabe que sufres porque estás infectado por las consecuencias del mal. Así que viene a ti. Te calma. Te unge con su amorosa misericordia y alivia tu dolor. Te perdona. En ese perdón, aleja al diablo para que no te moleste ni te duela. ¡Oh, cómo te ama!

 

Oración:

Señor, confieso que soy como las ovejas. Por mi propia culpa tengo heridas que al enemigo regocija verme sufrir. Te bendigo y agradezco porque gracias a tu Hijo Jesucristo soy perdonado, limpiado y restaurado de tal manera que mi anhelo es vivir consagrado a ti, en gratitud a tu inmenso amor. Concédeme ser un buen administrador de los dones que me diste y ser un instrumento de tu paz, por Jesucristo tu Hijo. Amén.

 

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