VIVAMOS DECENTEMENTE | lunes 25 de noviembre 2024

Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en inmoralidad sexual y libertinaje, ni en disensiones y envidias. Más bien, revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa.

—Romanos 13:13–14

(Lectura de la Biblia en tres años: Lamentaciones 4, Hebreos 11:1–7)

VIVAMOS DECENTEMENTE

Ver serie: Meditaciones

Tengo la impresión de que con cada año que pasa la sociedad es más grosera y descarada que antes. Y es que, en décadas pasadas, quienes vivían desordenadamente lo hacían discretamente por vergüenza. Pero hoy es tan común el descaro que parece no molestar a nadie. ¿Estaré exagerando?

Según la Biblia, no hay nada nuevo bajo el sol. El relajamiento moral de nuestro mundo no es novedoso. Es más, aún el creyente más comprometido nace pecador y con todas las pecaminosas inclinaciones que todos los demás. Eso significa que potencialmente cada persona es capaz de cometer los mismos pecados que los seres humanos más perversos de la historia. La Biblia dice, que desde la perspectiva de Dios, «No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!» (Romanos 3:12). Entonces, ¿Qué razón hay en tratar de vivir decentemente?

Poner todo nuestro empeño en tratar vivir decentemente, en medio de un entorno que conspira continuamente contra la santidad, puede resultar muy frustrante. Especialmente cuando se lo hace motivado por las exigencias morales de la ley de Dios. Nuestro viejo Adán es estimulado a la desobediencia cada vez que hay una ley a obedecer. Esta reacción del viejo Adán es conocida por la sicología y la llaman «ley inversa de la sicología». La Biblia le da su verdadero nombre: pecado. Por tanto, cada vez que somos motivados con la ley para agradar a Dios, el resultado inevitable será solo pecado. La frustración resultante es explicada por Pablo así: «Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.» (Romanos 7:18-19). Dios quiere que seamos decentes y vivamos así. Pero no podemos. Por eso merecemos sufrir toda la ira de Dios por la eternidad. Cristo fue perfecto en lugar de nosotros y en la cruz cargó con nuestro pecado. En gratitud vamos a querer vivir decentemente (Tito 2:11).

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Oración:

Señor, confieso que, por mis propios esfuerzos no alcanzo, ni alcanzare a vivir decentemente. Pero, en gratitud a que soy salvo por los méritos Cristo, quiero vivir santa y decentemente conforme tu santa voluntad. Por el poder de tu evangelio, aumenta mi fe de modo que en mi vida haya fruto de arrepentimiento. Amén.

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