CREEMOS EN JESUCRISTO, SU ÚNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR | sábado 12 de octubre 2024
Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Filipenses 2:9–11
(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 23:9–40, 2 Timoteo 3:8–17)
CREEMOS EN JESUCRISTO, SU ÚNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR
Ver serie: Meditaciones
En cuanto a lo que confesamos y creemos como cristianos no siempre vamos a poder dar una explicación lógica, pues las verdades espirituales son muy superiores al entendimiento humano. Tal como está escrito: «El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.» (1 Corintios 2:14 RV60)
La Biblia enseña que Dios, el Hijo, asumió naturaleza humana cuando fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de la virgen María. El santo ser concebido en el vientre de María es Dios hecho carne. Cuando nació lo hizo como todo ser humano y sin embargo era Dios. No obstante, voluntariamente limitó sus atributos divinos de tal modo que pudo vivir como cualquier otro ser humano. Después de su muerte y resurrección Cristo afirmó: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.» (Mateo 28:19) Con esas palabras nos dice que su naturaleza humana ahora es todopoderosa. Cristo siempre fue todopoderoso en su naturaleza divina. Pero ahora ha comunicado sus atributos divinos a su naturaleza humana. Por eso en la segunda venida «todo ojo le verá», no porque se lo vea mediante la internet o por transmisión mundial televisiva, sino porque su cuerpo resucitado puede estar en todo lado al mismo tiempo: «El que descendió es el mismo que ascendió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.» «Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo.» (Efesios 4:10; Colosenses 2:9). El Cristo de la Biblia es Dios hecho hombre que vivió y murió por nuestra salvación. En gratitud vamos a querer creerlo y confesarlo.
Oración:
Señor, confieso que Jesucristo, verdadero Dios, engendrado del Padre en la eternidad, y también verdadero hombre, nacido de la virgen María, es mi Señor. Que me ha redimido a mí, criatura perdida y condenada, me ha rescatado y librado de todos los pecados, de la muerte y del poder del diablo, no con oro ni con plata, sino con su santa y preciosa sangre y con su inocente pasión y muerte. Y todo esto lo hizo para que yo sea suyo y viva bajo él en su reino y le sirva en justicia, inocencia y bienaventuranza eternas, así como él, resucitado de entre los muertos, vive y reina eternamente. Esto es ciertamente la verdad. Amén.