CREEMOS EN JESUCRISTO, SU ÚNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR | sábado 12 de octubre 2024

Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Filipenses 2:9–11

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 23:9–40, 2 Timoteo 3:8–17)

CREEMOS EN JESUCRISTO, SU ÚNICO HIJO, NUESTRO SEÑOR

Ver serie: Meditaciones

En cuanto a lo que confesamos y creemos como cristianos no siempre vamos a poder dar una explicación lógica, pues las verdades espirituales son muy superiores al entendimiento humano. Tal como está escrito: «El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.» (1 Corintios 2:14 RV60)

La Biblia enseña que Dios, el Hijo, asumió naturaleza humana cuando fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de la virgen María. El santo ser concebido en el vientre de María es Dios hecho carne. Cuando nació lo hizo como todo ser humano y sin embargo era Dios. No obstante, voluntariamente limitó sus atributos divinos de tal modo que pudo vivir como cualquier otro ser humano. Después de su muerte y resurrección Cristo afirmó: «Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.» (Mateo 28:19) Con esas palabras nos dice que su naturaleza humana ahora es todopoderosa. Cristo siempre fue todopoderoso en su naturaleza divina. Pero ahora ha comunicado sus atributos divinos a su naturaleza humana. Por eso en la segunda venida «todo ojo le verá», no porque se lo vea mediante la internet o por transmisión mundial televisiva, sino porque su cuerpo resucitado puede estar en todo lado al mismo tiempo: «El que descendió es el mismo que ascendió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo.» «Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo.» (Efesios 4:10; Colosenses 2:9). El Cristo de la Biblia es Dios hecho hombre que vivió y murió por nuestra salvación. En gratitud vamos a querer creerlo y confesarlo.

Oración:

Señor, confieso que Jesucristo, verdadero Dios, engendrado del Padre en la eternidad, y también verdadero hombre, nacido de la virgen María, es mi Señor. Que me ha redimido a mí, criatura perdida y condenada, me ha rescatado y librado de todos los pecados, de la muerte y del poder del diablo, no con oro ni con plata, sino con su santa y preciosa sangre y con su inocente pasión y muerte. Y todo esto lo hizo para que yo sea suyo y viva bajo él en su reino y le sirva en justicia, inocencia y bienaventuranza eternas, así como él, resucitado de entre los muertos, vive y reina eternamente. Esto es ciertamente la verdad. Amén.

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CREEMOS EN DIOS PADRE TODOPODEROSO | viernes 11 de octubre 2024

Para nosotros no hay más que un solo Dios, el Padre, de quien todo procede y para el cual vivimos; y no hay más que un solo Señor, es decir, Jesucristo, por quien todo existe y por medio del cual vivimos.

Corintios 8:6

 

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 23:1–8, 2 Timoteo 3:1–7)
CREEMOS EN DIOS PADRE TODOPODEROSO

Ver serie: Meditaciones

Si una persona dice «Creo en Dios» está haciendo una confesión de fe. Sin embargo, eso no necesariamente significa que crea en el verdadero Dios ¿Cómo así?

Puesto que la confesión de fe del cristiano solo puede tener origen y base en la Biblia es importante saber que no todo el que afirma creer en Dios realmente cree en el Dios de la Biblia. La religión del Islam afirma creer en el Dios de Abraham y sin embargo afirman que «Dios no tuvo hijo». La Biblia llama a Dios Padre precisamente porque el Padre tiene un Hijo único: Jesucristo; y ese Hijo es la segunda persona de la Trinidad: Dios, el Hijo (Proverbios 30:5; Juan 1:1-3).

Cerca del año 150 d.C. un hereje llamado Marción comenzó a enseñar que Dios Padre, quien envió a Jesucristo, no era el Creador del cielo y de la tierra. Mucha gente siguió esta falsa enseñanza. Marción pensaba que un ser malvado creó el cielo y la tierra, es decir, la materia y que este ser fue el dios del pueblo de Israel en el Antiguo Testamento. También enseñó que Cristo no vino en carne pues la carne era parte de la materia creada por ese ser malvado. Marción rechazó todo el Antiguo Testamento y también el Nuevo Testamento, excepto Lucas y diez cartas de Pablo. Sus seguidores quisieron hacerse pasar por cristianos, pero no pudieron pues no podían confesar su fe diciendo: «Creo en Dios Padre Todopoderoso, Creador de los cielos y de la tierra».

Oración:

Señor confieso que Dios me ha creado a mí y todo lo que existe; que me ha dado cuerpo y alma, ojos, oídos y todos los miembros, razón y todos los sentidos. Y creo que Dios aún me sostiene dándome abundantemente y a diario vestido y calzado, comida y bebida, casa y hogar, consorte e hijos, tierra, animales y todo lo que poseo, y todo lo necesario para sostener mi cuerpo y mi vida. Dios también me protege contra todo peligro y me guarda y preserva de todo mal. Y todo esto lo hace porque es mi bondadoso y misericordioso Padre celestial, y no porque yo lo haya ganado ni merecido. Por todo esto quiero darle gracias y alabarlo, servirlo y obedecerlo. Esto es ciertamente la verdad. Amén.

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LA CONFESIÓN DE FE Y EL CRISTIANO | jueves 10 de octubre 2024

Por lo tanto, ya que en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos un gran sumo sacerdote que ha atravesado los cielos, aferrémonos a la fe que profesamos.

Hebreos 4:14

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 22, 2 Timoteo 2:19–26)

LA CONFESIÓN DE FE Y EL CRISTIANO

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La Biblia no deja ningún lugar a dudas respecto a que la salvación de la condenación eterna es por la fe. Nuestras obras no tienen ningún papel en cuanto a alcanzar la salvación. El apóstol Pablo escribió: «Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte.» (Efesios 2:8-9). ¿Significa eso que en la vida del cristiano no hay lugar para las buenas obras? ¡No! En el versículo siguiente Pablo lo deja claro: «Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica.» (Efesios 2:10)

Las buenas obras del creyente no nacen del miedo al castigo o del deseo de aplacar la ira de Dios. Un cristiano que sabe que la salvación es absolutamente gratuita, entiende que no puede añadir nada a lo que Cristo hizo. Pero quiere hacer buenas obras en gratitud a Dios por la salvación. Las buenas obras del creyente le nacen del corazón. Una de las primeras reacciones del corazón cristiano a la salvación es la confesión de fe. La mujer samaritana no tardó en ir a contar a sus paisanos acerca de Cristo. Como está escrito: «de lo que abunda en el corazón habla la boca.» (Lucas 6:45).

La fe vive y actúa en la vida cristiana, mueve constantemente a los cristianos a hacer buenas obras. Jesús no les dijo a los discípulos: «Deben ser mis testigos», sino les dijo: «serán mis testigos». Cuando el sanedrín les dijo a los apóstoles que no predicaran el nombre de Jesús, ellos respondieron: «No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído» (Hechos 1:8; 4:20). «Escrito está: «Creí, y por eso hablé.» Con ese mismo espíritu de fe también nosotros creemos, y por eso hablamos.» (2 Corintios 4:13). Así como una de las primeras palabras de un bebe es papá o mamá, un cristiano desde sus primeros pasos dice «Creo» ¿Qué es lo que cree? En gratitud por la redención creemos la sana doctrina, la confesamos y la profesamos.

Oración:

Señor, hay mucho que quiero conocer. Pero lo más importante ya me fue revelado gracias a tu amor y misericordia: Que somos salvos únicamente por los méritos de tu Hijo y no por los nuestros. Concédeme, Señor, el querer mantener mi mirada en ti y en tu obra redentora, de manera que la gratitud que me mueva a compartir el evangelio a los que no te conocen. Amén.

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PECADOS INVISIBLES | miércoles 9 de octubre 2024

No codicies la casa de tu prójimo: No codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su burro, ni nada que le pertenezca

Éxodo 20:17

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 21, 2 Timoteo 2:14–18)

PECADOS INVISIBLES

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El apóstol Pablo dijo que él era, «en cuanto a la justicia que la ley exige, intachable» (Filipenses 3:6) Sin embargo, también dijo que él fue «el peor de los pecadores» (1 Timoteo 1:15) ¿Cómo puede afirmar ser intachable si fue el peor de los pecadores?

El apóstol Pablo no está equivocado ni se contradice con sus afirmaciones. Respecto a la ley moral, nadie podía acusarle de ningún pecado pues era estricto consigo mismo. Sin embargo, afirma ser el peor pecador precisamente por eso. Aunque nadie le había visto pecar, él sabía que era culpable de pecados invisibles. Parecía ser puro y sin pecado, pero no lo era. Los pecados de Pablo eran de pensamiento y de sentimiento: «nunca habría sabido yo lo que es codiciar si la ley no hubiera dicho: «No codicies.» Pero el pecado, aprovechando la oportunidad que le proporcionó el mandamiento, despertó en mí toda clase de codicia.» (Romanos 7:7-8) La codicia no puede ser vista desde fuera y sin embargo es igual de perversa que cualquier otro pecado. La parte final del Decálogo prohíbe toda clase de codicia. Jesucristo dejó claro que codiciar la mujer del prójimo es adulterio. Codicia es el anhelo por aquello que no debemos anhelar. Los deseos impuros son codicia. Por el pecado de codiciar merecemos toda la ira de Dios. Somos perdonados únicamente por los méritos de Jesucristo. En gratitud vamos a querer guardarnos de toda codicia y concentrar nuestra mente y corazón en todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio. (Filipenses 4:8)

Oración:

Señor, aunque no lo merezco, con tu justa vida me salvaste gratuitamente. Te suplico que mi vida entera esté consagrada a ti, Señor; que a mis manos pueda guiar el impulso de tu amor. Que mis pies tan sólo en pos de lo santo puedan ir: y que a ti, señor, mi voz se complazca en bendecir. Que mis labios al hablar, hablen sólo de tu amor. Que mis bienes dedicar yo los quiera a ti, señor. Que mi tiempo todo esté consagrado a tu loor. que mi mente y su poder sean usados en tu honor toma, ¡oh Dios!, mi voluntad, y hazla tuya nada más; toma, sí, mi corazón y tu trono en él tendrás. Amén. (CC255)

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LA LEY Y LA REPUTACIÓN DEL PRÓJIMO | martes 8 de octubre 2024

No des falso testimonio en contra de tu prójimo.

Éxodo 20:16

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 20, 2 Timoteo 2:1–13)

LA LEY Y LA REPUTACIÓN DEL PRÓJIMO

 

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En nuestro mundo actual, el nombre parece no revestir mucha importancia. En la Biblia, Dios enseña que el nombre debe ser tratado con respeto. ¿Cómo así?

Dios exige que el nombre del prójimo no sea deshonrado, pues: «De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas» (Proverbios 22:1 RV60). Por eso, con este mandamiento, Dios prohíbe que digamos algo que le pueda dar a otra persona un mal nombre.

Dios prohíbe que calumniemos a nuestro prójimo acusándole con mentiras. Pero también quiere que protejamos su buen nombre incluso si nuestro prójimo ha obrado mal: «Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano.» (Mateo 18:15). La instrucción de hablar a solas es para proteger la reputación del pecador dándole la oportunidad de arrepentimiento y de corregir la falta. Es solo cuando el pecador persiste en su falta de arrepentimiento (impenitencia) cuando el problema es llevado a los líderes de la iglesia para que obren conforme manda Cristo, no para denigrarlo, sino para hacer un último esfuerzo en ayudarle a ver la gravedad de su pecado.

Hemos pecado contra este mandamiento cada vez que dejamos que alguien hable mal de nuestro prójimo contando chismes y rumores maliciosos. Es un pecado por el que somos merecedores de toda la ira de Dios. Cristo protegió el buen nombre de sus prójimos y los defendió hablando bien de ellos (Mateo 12:1-7; Mateo 26:6-13) Lo hizo en lugar nuestro, al igual que en la cruz sufrió la ira de Dios que nosotros merecemos padecer por este pecado. En gratitud por sus méritos y su amor misericordioso, vamos a querer temer y amar a Dios, de modo que no mintamos contra nuestro prójimo, ni lo traicionemos, ni lo difamemos; sino que lo defendamos, hablemos bien de él y tomemos sus palabras y sus hechos en el mejor sentido.

Oración:

Señor, concédenos temerte y amarte de tal modo que nuestros labios no dañen la buena reputación de nuestro prójimo. Abre nuestros ojos de tal manera que podamos tomar las palabras y hechos de nuestro prójimo en el mejor sentido posible. Danos el valor necesario para defenderlo cuando alguien quiera manchar su reputación. Amén.

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LA LEY MORAL Y EL PRÓJIMO | lunes 7 de octubre 2024

No asesinarás. No adulterarás. No hurtarás.

Éxodo 20:13–15, La Biblia Textual

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 18:18–19:15, 2 Timoteo 1:10–18)

LA LEY MORAL Y EL PRÓJIMO

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«No tengo nada de qué arrepentirme, nunca he matado a nadie» afirma el hombre soberbio. Por esta razón Jesucristo mostró el espíritu de este y de otros mandamientos que tienen que ver con aquello que hace daño al prójimo. El texto que hoy meditamos considera el daño que se comente contra el prójimo: en su vida, en su familia y en su propiedad privada.

Jesucristo después de citar el mandamiento «No asesinarás», dijo: «Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano […] cualquiera que insulte a su hermano […] cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al juicio del infierno. (Mt 5.22). El mandamiento «No asesinarás» condena la ira contra el prójimo. El odio, la ira, los gritos, el acoso, le causan estrés al prójimo. Por eso atentan contra su vida y la acortan. El adulterio destruye el hogar del prójimo y el robo va en detrimento de su economía. Dios quiere que ayudemos a cuidar la vida, el hogar y la propiedad de nuestro prójimo. Fallar nos hace merecedores del infierno. Con sus méritos, Cristo nos salvó de la condenación que merecemos. En gratitud vamos a querer temer y amar a Dios, de modo que no causemos daño a nuestro prójimo en su cuerpo, en su vida, ni en su familia; sino que le ayudemos a conservar y mejorar su salud, su hogar, sus bienes y medios de vida.

Oración:

Aunque merecemos tu justa ira y tu castigo, te pedimos, ¡oh, Padre de misericordia!, que perdones nuestro pecado y nuestras muchas rebeliones. Defiéndenos de todo mal y peligro, en nuestro cuerpo y en nuestra alma. Líbranos de la guerra y derramamiento de sangre, de los crímenes, de las tempestades y las sequías, de los incendios, de las epidemias, de la angustia del corazón y del desesperar de tu misericordia. Otorga, consuelo y alivio a los que padecen aflicción, necesidad, enfermedad, a los que están en peligro de muerte, a todos los que sufren de un modo u otro. Bendice asimismo los frutos de la tierra para que a su tiempo podamos gozar de ellos. Da prosperidad a todos cuantos se ocupan en algo útil en tierra, aire o mar, a los que se consagran a las bellas artes o a la enseñanza, y cólmalos de tus bendiciones. Amén.

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LA LEY MORAL Y LAS AUTORIDADES | domingo 6 de octubre 2024

 

Honra a tu padre y a tu madre, para que disfrutes de una larga vida en la tierra que te da el Señor tu Dios.

Éxodo 20:12

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 17:19–18:17, 2 Timoteo 1:3–9)

LA LEY MORAL Y LAS AUTORIDADES

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«La educación comienza en casa» afirma un antiguo refrán, y es verdad. En el antiguo Israel un niño menor de cinco años tenía como primer maestro a su propia madre. Ella lo cuidaba y le enseñaba lo principal: el idioma, la conducta, el aseo, etc. Incluso a leer y escribir. Desde los cinco en adelante el padre lo educaba en la moral, el civismo, la fe y un oficio hasta que cumplía doce años. Desde entonces pasaba a ser regido por las autoridades civiles. No es extraño, por tanto, que Dios mande honrar a los progenitores.

Sin embargo, este mandamiento no se dirige a exigir honra para los padres como familiares. Por el contrario, se refiere a honrarlos como autoridades. Por esto este mandamiento trata de la honra a la autoridad en general. Dios es el creador de las tres instituciones históricas de la humanidad: la familia, el estado y la iglesia. Cada una tiene su razón de ser específica y sus autoridades. Dios nos manda honrar a los padres, en la familia; a las autoridades eclesiásticas en la iglesia; y a los gobernantes de nuestro país (Efesios 6:1,2; Hebreos 13:7,17; 1 Pedro 2:13,14). Debemos honrarlos prestándoles la debida obediencia mientras no nos manden desobedecer a Dios. Él designó tales autoridades como representantes suyos. Mostramos aprecio al Señor cuando contribuimos con nuestros bienes al sostén de tales autoridades. La Biblia dice: «Por lo tanto, todo el que se opone a la autoridad se rebela contra lo que Dios ha instituido. Los que así proceden recibirán castigo.» (Romanos 13:2). No hemos honrado a las autoridades perfectamente, tal como Dios lo exige (Mateo 5:48) Por eso merecemos toda la ira de Dios. Cristo sí obedeció perfectamente a sus padres (José fue su padre adoptivo, Lucas 2:51 cf. 3:23) y proveyó cuidado para la vejez de su madre (Juan 19:26,27). También honró a la autoridad civil y religiosa (Mateo 22:19-21; Mateo 26:63; 1 Pedro 2:22.) Lo hizo como nuestro sustituto y derramó su sangre en la cruz para pagar nuestro pecado. En gratitud, vamos a querer temer y amar a Dios, de modo que no despreciemos ni desobedezcamos a nuestros padres y superiores, sino que los honremos, sirvamos y obedezcamos, amándolos y estimándoles en gran manera.

Oración:

Señor, Haz, Señor, que la luz de tu Palabra brille siempre en nuestros hogares. Guarda a nuestros niños en la verdadera fe y concede a todos los padres que puedan criarlos en tu fe y en la obediencia a tu voluntad. Concede tu bendición a todos los que están constituidos en autoridad, y dales de tu gracia para que gobiernen según tu beneplácito, defendiendo la justicia y estorbando y castigando la maldad, a fin de que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad, e integridad. Amén.

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LA LEY MORAL EN LA RELACIÓN CON DIOS | sábado 5 de octubre 2024

No tengas otros dioses además de mí. […] No pronuncies el nombre del Señor tu Dios a la ligera. Yo, el Señor, no tendré por inocente a quien se atreva a pronunciar mi nombre a la ligera. Acuérdate del sábado, para consagrarlo.

Éxodo 20:3,7–8

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 17:1–18, 2 Timoteo 1:1–2)

LA LEY MORAL EN LA RELACIÓN CON DIOS

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Jesús enseñó: «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente» (Mateo 22:37) Así resumió los primeros mandamientos del Decálogo que tratan de la relación de amor del hombre hacia Dios.

El primer mandamiento del decálogo prohíbe tener otros dioses junto con el Dios verdadero. Los israelitas de la antigüedad adoraron a Jehová como un Dios principal y a la vez adoraron a Baal, Astarté y otros ídolos cananeos al mismo tiempo. Dar gloria o adorar imágenes, esculturas, amuletos, ídolos es idolatría abierta. Para cuando Cristo vino ya habían olvidado a esos ídolos. Sin embargo, Jesucristo explicó que el judaísmo todavía era idólatra, aunque no tengan ídolos de escultura. Hay otra idolatría más peligrosa aún: la idolatría secreta que consiste en confiar en cualquier cosa más que en Dios. Unos confiaban más en la riqueza (Lucas 16:13; Salmo 62:10); otros confiaban más en sí mismos y sus buenas obras para agradar a Dios que en el Salvador que Dios había enviado (Lucas 18:9-14 cf. Jeremías 17:5). Los líderes del judaísmo confiados enseñaron falsa doctrina como si fuera de Dios y así usaron mal el nombre de Dios.

Hoy sucede lo mismo con nosotros los cristianos. Cuando faltamos a la reunión por estar trabajando para ganar dinero mostramos que confiamos más en el dinero que en Dios, o cuando confiamos que llegaremos al cielo porque no somos tan malos como los incrédulos; o cuando decidimos no obedecer la Palabra mostramos que confiamos más en nuestro criterio que en Dios y nos hacemos a nosotros mismos un dios. Por ese pecado somos merecedores de toda la ira de Dios. Cristo vino para salvarnos siendo nuestro sustituto: él amó perfectamente a Dios sobre todas las cosas. Tanto que cuando su voluntad de vivir resistía la perspectiva de morir en la cruz, él oró: «no se cumpla mi voluntad, sino la tuya.» (Lucas 22:42) y murió en lugar nuestro. en gratitud vamos a querer amar, temer, y confiar en Dios por sobre todas las cosas, tener el nombre del Señor en tan alto honor que no le demos mal uso y dedicar tiempo para el descanso del alma.

Oración:

Misericordioso Dios: Acepta, te suplicamos, nuestro tributo de adoración, alabanza y acción de gracias. Danos tal comprensión de todas tus misericordias, que nuestros corazones sientan verdadera gratitud hacia Ti, y que glorifiquemos tu santo nombre no solamente con nuestros labios sino también con nuestras vidas consagradas a amarte a ti y al prójimo. Amén.

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LA LEY MORAL Y EL CORAZÓN | viernes 4 de octubre 2024

De hecho, cuando los gentiles, que no tienen la ley, cumplen por naturaleza lo que la ley exige, ellos son ley para sí mismos, aunque no tengan la ley. Éstos muestran que llevan escrito en el corazón lo que la ley exige, como lo atestigua su conciencia, pues sus propios pensamientos algunas veces los acusan y otras veces los excusan.

Romanos 2:14–15

 

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 16, 1 Timoteo 6:11–21)
LA LEY MORAL Y EL CORAZÓN

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Jesús dijo: «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente». Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: «Ama a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas.» (Mateo 22:36–39) Con esto enseñó que la ley moral de Dios consiste en amar.

Dios escribió la ley moral en el corazón de cada ser humano (Romanos 2:14,15) y lo dotó de la conciencia que dé testimonio de esa ley. Por causa del pecado nuestra conciencia puede estar debilitada y no dar testimonio correcto. Por eso Dios dio los Diez Mandamientos como un resumen de esa ley cuyo contenido se explica a lo largo de la Biblia. La ley moral no es una guía de conducta para alcanzar la salvación pues nadie la cumple perfectamente. Más bien es un espejo que nos muestra cuán pecadores somos y cuán terrible es el castigo que merecemos por nuestro pecado: «La mentalidad pecaminosa es enemiga de Dios, pues no se somete a la ley de Dios, ni es capaz de hacerlo.» (Romanos 8:7). Nuestra naturaleza caída es incapaz de obedecer la ley moral de Dios. Quien sinceramente haya tratado de obedecer la ley dirá con Pablo: «Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.» (Romanos 7:18-19). La ley no nos salva, solo nos acusa y condena. Conscientes de nuestra maldad gracias a la ley, es un consuelo oír que Cristo la obedeció perfectamente en lugar de nosotros y que sobre sí recibió el castigo que merecemos. En gratitud vamos a querer amar a Dios y al prójimo, no procurando ganar la salvación sino confesando que Cristo lo hizo por nosotros.

Oración:

SEÑOR, creo que Jesucristo, verdadero Dios, engendrado del Padre en la eternidad, y también verdadero hombre, nacido de la virgen María, es mi Señor. Que me ha redimido a mí, criatura perdida y condenada, me ha rescatado y librado de todos los pecados, de la muerte y del poder del diablo, no con oro ni con plata, sino con su santa y preciosa sangre y con su inocente pasión y muerte. Y todo esto lo hizo para que yo sea suyo y viva bajo él en su reino y lo sirva en justicia, inocencia y bienaventuranza eternas, así como él, resucitado de entre los muertos, vive y reina eternamente. Amén.

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PERSEVERAR EN LA DOCTRINA DE LOS APÓSTOLES | jueves 3 de octubre 2024

Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración. 

Hechos 2:42

(Lectura de la Biblia en tres años: Jeremías 15, 1 Timoteo 6:3–10)

PERSEVERAR EN LA DOCTRINA DE LOS APÓSTOLES

 

La iglesia del libro de los Hechos perseveraba en la comunión unidos en una misma doctrina (1 Corintios 1:10; Romanos 16:17) y expresaban esa unidad en el partimiento del pan (1 Corintios 10:16–17) y en la oración. El mismo pensar y sentir que los unía era la doctrina de los apóstoles o Doctrina Cristiana ¿Cuál era el contenido de esa doctrina?

Por lo menos cinco asuntos principales formaron parte de la doctrina de los apóstoles: Primero: La ley moral que Dios escribió en el corazón de cada ser humano y que Israel recibió resumida en los diez mandamientos (Romanos 2:14,15; Deuteronomio 5:22). En el sermón del monte Jesucristo aclaró la verdadera aplicación de esa ley moral. Segundo: el conocimiento de la Trinidad, puesto que eran bautizados en el nombre del Padre (Hechos 17:24-30), del Hijo (Hechos 13:26-30), y del Espíritu Santo (Hechos 19:1-3). Tercero: el bautismo y la cena del Señor instituidos por Cristo para otorgar el perdón de los pecados (Hechos 2:38; Mateo 26:26-29). Cuarto: el uso de las llaves de reino de los cielos (Mateo 18:15-22; 2 Tesalonicenses 3:6). Quinto: La oración, Cristo mismo enseñó a sus discípulos cómo orar cuando ellos se lo pidieron, pues nosotros «no sabemos orar como es debido» (Romanos 8:26 DHH; Lucas 11:1)

El contenido de la doctrina de los apóstoles es la sana doctrina. Conocer estas verdades y ser afirmados en ellas es de vital importancia para el crecimiento cristiano. Satanás quiere que los cristianos no crezcan en la fe y por eso busca distraerlos y malgastar su tiempo con enseñanzas venenosas, pero bastante atractivas. Pablo amonestó a los creyentes contra el peligro de ira tras tales enseñanzas: «Evita las necias controversias y genealogías, las discusiones y peleas sobre la ley, porque carecen de provecho y de sentido. Al que cause divisiones, amonéstalo dos veces, y después evítalo. Puedes estar seguro de que tal individuo se condena a sí mismo por ser un perverso pecador» (Tito 3:9-11).

Oración:

Aunque merecemos tu justa ira y tu castigo, te pedimos, ¡oh, Padre de misericordia!, que perdones nuestro pecado y nuestras muchas rebeliones. Defiéndenos de todo mal y peligro, en nuestro cuerpo y en nuestra alma. Líbranos de doctrinas falsas y perniciosas, y de guerra y derramamiento de sangre, de las tempestades y las sequías, de los incendios, de las epidemias, de la angustia del corazón y del desesperar de tu misericordia. En todo tiempo sé Tú nuestra ayuda eficaz. Amén.

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