¡VIENE EL REY ETERNO! | sábado 30 de noviembre 2024

En esa visión nocturna, vi que alguien con aspecto humano venía entre las nubes del cielo. Se acercó al venerable Anciano y fue llevado a su presencia, y se le dio autoridad, poder y majestad. ¡Todos los pueblos, naciones y lenguas lo adoraron! ¡Su dominio es un dominio eterno, que no pasará, y su reino jamás será destruido!

—Daniel 7:13–14

(Lectura de la Biblia en tres años: Ezequiel 4–5, Hebreos 12:1–11)

¡VIENE EL REY ETERNO!

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Al profeta Daniel le ha sido revelada la historia de los reinos de la humanidad en sueños y visiones. Cada reino fue representado por medio de imágenes de bestias. Sin embargo, en el texto de la meditación para hoy, se le revela el Mesías prometido, el Dios-Hombre, el Salvador del mundo. Es claro que se trata de Cristo por lo siguiente: Primero: Daniel ve a «alguien con aspecto humano». No es como una de las temibles bestias que vio y que representan reinos de la historia. Cristo, con frecuencia habló de sí mismo como «el Hijo del Hombre». En su primera venida se manifestó de forma humilde, pues su propósito no era el de atemorizarnos, sino conquistarnos por medio del sacrificio de su amor. Segundo: Daniel ve que «venía entre las nubes del cielo». No emerge del mar como hicieron las bestias, ni de pie sobre la tierra como estamos nosotros. Cuando preguntaron a Jesús si él era el Cristo les respondió: «—Sí, yo soy —dijo Jesús—. Y ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo.» (Marcos 14:62). Tercero: Tal como el mismo Jesucristo y sus apóstoles lo testimonian, le fue dado el dominio absoluto e ilimitado sobre todos los pueblos y para toda la eternidad (Mateo 28:18; 1 Corintios 15:27; 1 Pedro 3:22; Apocalipsis 11:15). Cuarto: «¡Todos los pueblos, naciones y lenguas lo adoraron!». Sí, por los últimos dos mil años atrás, Cristo fue adorado por gente de toda nación y lengua en gratitud ante él por ser su Redentor. Sin embargo, en su segunda venida, muchos se arrodillarán ante él, no en gratitud, sino en el horror de saber que rechazaron su perdón (Romanos 14:10–11)

Todos nosotros, como hijos de Adán y parte de los reinos de este mundo, nacemos pecadores y no obedecemos perfectamente su santa voluntad: merecemos padecer toda la ira de Dios por la eternidad. Pero Cristo vino para redimirnos. Él lo hizo al y obedecer perfectamente la ley moral de Dios como nuestro sustituto y al sufrir en la cruz toda la ira divina en lugar de nosotros. Así Dios puede atribuirnos sus méritos y recibirnos como justos. En gratitud vamos a querer rechazar la impiedad y las pasiones mundanas mientras aguardamos la gloriosa venida de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. (cf. Tito 2:12-13)

Oración:

Señor, gracias a los méritos de Cristo soy perdonado y declarado justo. No tengo que obedecer la ley para ser salvo. Te ruego, fortaléceme en la fe por tus medios de gracia de manera que, en gratitud, viva piadosamente mientras espero la venida de tu Hijo, mi redentor. Amén.

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LOS MILAGROS Y SEÑALES DE LOS ENGAÑADORES | viernes 29 de noviembre 2024

Porque surgirán falsos cristos y falsos profetas que harán señales y milagros para engañar, de ser posible, aun a los elegidos. Así que tengan cuidado; los he prevenido de todo.

— Marcos 13:22–23

 

(Lectura de la Biblia en tres años: Ezequiel 3:16–27, Hebreos 11:32–40)
LOS MILAGROS Y SEÑALES DE LOS ENGAÑADORES

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¿Ha sufrido usted la experiencia de padecer hambre? Cuando el hambre es mucha es posible comer cualquier cosa. Un grupo de personas cuyo avión cayó en la cordillera de los andes, por hambre, comieron los restos de sus compañeros de viaje. En el pueblo de Israel algunos comieron lo más descabellado. Inclusive algunos profetas comieron comida venenosa que inevitablemente les hizo daño (2 Reyes 4:38; 25:1–3; Jeremías 52:4–6). Dios mismo permitió que su pueblo pase hambre: «Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, más de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.» (Deuteronomio 8:3, RV1960) Sí, además del hambre física hay el hambre espiritual.

La iglesia tiene la misión de distribuir el alimento espiritual. El enemigo de la iglesia, Satanás, ha levantado mucha gente a su servicio para alimentar al mundo con sus mentiras: la falsa doctrina. Cristo nos anuncia que esto sucederá como parte de las señales que anuncian su segunda venida. La palabra de Dios es alimento que satisface el alma. La falsa doctrina no tiene ese poder. Por eso para hacerla atractiva, los ministros de Satanás harán señales y milagros y engañarán a muchos: «En aquel tiempo muchos se apartarán de la fe; unos a otros se traicionarán y se odiarán; y surgirá un gran número de falsos profetas que engañarán a muchos. Habrá tanta maldad que el amor de muchos se enfriará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo.» (Mateo 24:10–13). Dios quiere que perseveremos en la verdadera doctrina, pero no podemos hacerlo con nuestras propias capacidades. Necesitamos el auxilio divino. Ese auxilio nos viene en el evangelio presente en los medios de gracia: la buena predicación y los sacramentos del bautismo y santa cena. Prestar atención a mensajes y estudios que contienen falsa doctrina, aunque sea poca, no solo debilita la verdadera fe, sino que también puede apagarla: «Un poco de levadura fermenta toda la masa.» (Gálatas 5:9). En gratitud a Cristo por la salvación que nos otorgó gratuitamente como nuestro sustituto vamos a querer huir de los ministros de Satanás.

Oración:

Haz, SEÑOR, que la luz de tu Palabra pura permanezca en nuestros hogares e iglesias. Por tus medios de gracia afírmanos en la fe que nos otorgaste en el Santo Bautismo; de manera que podamos crecer en fe y en obediencia a tu voluntad siendo celosos en proteger la integridad de la doctrina una vez dada a los santos. Amén (cf. Judas 3).

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COMO LADRÓN EN LA NOCHE | jueves 28 de noviembre 2024

Por lo tanto, manténganse despiertos, porque no saben qué día vendrá su Señor. […] Por eso también ustedes deben estar preparados, porque el Hijo del hombre vendrá cuando menos lo esperen.

—Mateo 24:42,44

(Lectura de la Biblia en tres años: Ezequiel 2:1–3:15, Hebreos 11:23–31)

COMO LADRÓN EN LA NOCHE

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La frase proverbial «no hay peor sordo que el que no quiere oír» aplica perfectamente a todas aquellas personas que a través de los siglos han calculado la fecha de la venida de Cristo. Ninguno de ellos acertó, como tampoco lo harán los que se atrevan a asegurar que conocen tal fecha. Cristo es terminante en dejar claro que su venida sucederá cuando menos lo esperen. ¿Por qué no reveló ese preciso dato?

Estas palabras las dijo Cristo a sus seguidores y conciernen principalmente a su iglesia. Con ellas les pone en alerta sobre la importancia de esperarle con expectativa responsable. Esto significa que la manera de estar listos para su venida no es la de quedarnos con los ojos fijos en el cielo, sino que es la de comprender que nos dejó la misión de alimentar a los que ha puesto a nuestro cuidado. La iglesia fue instituida precisamente para alimentar con la palabra de Dios. Una buena labor de alimentación incluye presentar la ley moral en todo su rigor con tal claridad que todos los oyentes queden aterrorizados ante el pecado y sus consecuencias eternas al punto comprender la tremenda necesidad de Cristo como el Salvador para la humanidad. Esta responsabilidad de alimentar bien no es posible si no incluimos el evangelio en toda su dulzura, dejando claro, para el pecador aterrorizado, que Cristo hizo todo lo necesario para su salvación y que nada puede ni debe añadirle.

Pero esta asignación no es una responsabilidad restringida solo al liderazgo (2 Timoteo 2:2). Cada creyente individualmente es responsable de alimentar a su entorno inmediato con el mensaje divino. Jesús veló la fecha a fin de que el sentido de urgencia permanezca entre su pueblo. Cierta vez, le preguntaron a Lutero qué haría si supiera que Cristo llegaba hoy mismo. Él respondió que «plantaría un árbol». Así remarcó que quería ser encontrado por Cristo trabajando. Es precisamente eso lo que el Señor quiere de nosotros. Él quiere encontrarnos ocupados en la misión de alimentar a nuestros cercanos con el mensaje de salvación. En gratitud a Cristo por el perdón gratuito vamos a querer hacerlo.

Oración:

Señor, graba en nuestro corazón tal temor de tus juicios, y tal gratitud por tu bondad hacia nosotros, que nos hagan temer y avergonzarnos por ofenderte. Y, sobre todo, mantén en nuestra mente un recuerdo vivo de ese gran día, en el que debemos dar estricta cuenta de nuestros pensamientos, palabras y obras a aquel a quien tú has puesto como juez de los vivos y de los muertos, tu Hijo, Jesucristo nuestro Señor. Amén. (Oración por la Gracia, 1928. Libro de Oración Común)

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LA ORACIÓN DE GRATITUD DEL REY DAVID | miércoles 27 de noviembre 2024

El SEÑOR me ha pagado conforme a mi justicia; me ha premiado conforme a la limpieza de mis manos, pues he andado en los caminos del SEÑOR; no he cometido mal alguno ni me he apartado de mi Dios.

—Salmos 18:20–21

(Lectura de la Biblia en tres años: Ezequiel 1, Hebreos 11:17–22)

LA ORACIÓN DE GRATITUD DEL REY DAVID

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Esta oración del rey David, ha desconcertado a muchos, pues pareciera que él creyera que nunca cometió error alguno y mucho menos un pecado. Sin embargo, es de conocimiento general que uno de los pecados más sonados de David fue su adulterio con la esposa de Urías y el haber conspirado para que este muera. Puesto que David escribió: «No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!» (Salmo 14:3) y que su hijo Salomón dijo: «No hay en la tierra nadie tan justo que haga el bien y nunca peque» (Eclesiastés 7.16 7:20) queda la interrogante ¿Por qué afirma tener limpieza de manos y haber caminado los caminos del Señor?

Según la Biblia, David era conforme al corazón de Dios (Hechos 13:22); «Noé era un hombre justo y honrado entre su gente. Siempre anduvo fielmente con Dios.» (Génesis 6:9); y Lot, era un «justo, que convivía con ellos y amaba el bien» Todos estos siervos de Dios fueron igual de pecadores que cualquier otro ser humano. ¿Por qué son llamados justos?

La Biblia llama justos a estas personas porque ellos eran creyentes que, para ser justos delante de Dios, confiaban en los méritos de Cristo y no en sus propios méritos. Tal como está escrito: «En realidad, si Abraham hubiera sido justificado por las obras, habría tenido de qué jactarse, pero no delante de Dios. Pues ¿qué dice la Escritura? «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia.» (Romanos 4:2,3) Por esto David pudo decir que caminó los caminos del Señor y que tenía manos limpias (por los méritos de Cristo). Nuestra situación es la misma que la de ellos. La justicia que nos pone a cuantas con Dios no es la que proviene de nosotros mismos ni de nuestras buenas obras y méritos. Solo los méritos de Cristo como nuestro sustituto cumplen el requisito divino. Su obediencia perfecta no es atribuida gratuitamente y su muerte en la cruz paga nuestro pecado. En gratitud vamos a querer obrar lo bueno, sabiendo que tales obras solo tienen valor cuando los méritos de Cristo le son añadidos.

Oración:

Padre Santo y misericordioso, confieso que soy por naturaleza pecador y que te he desobedecido con mis pensamientos, palabras, acciones y omisiones. He hecho lo que es malo y he fallado en hacer lo que es bueno. Por esto merezco tu castigo tanto ahora como eternamente. Pero en verdad estoy arrepentido de mis pecados, y confiando en mi Salvador Jesucristo, suplico tu misericordia y me regocijo por saber que la justicia de Cristo me es atribuida gratuitamente. Afírmame, por tus medios de gracia en la verdadera fe para la vida eterna. Amén

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LA HIJA HEREDERA | martes 26 de noviembre 2024

Además, diles a los israelitas: “Cuando un hombre muera sin dejar hijos, su heredad será traspasada a su hija”.

—Números 27:8

(Lectura de la Biblia en tres años: Lamentaciones 5, Hebreos 11:8–16)

LA HIJA HEREDERA

 

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En la cultura y costumbres de tiempos de Moisés, las heredades pasaban a la siguiente generación a través de la descendencia masculina. La tierra prometida tenía que ser repartida entre los israelitas. Para hacerlo con eficiencia se hizo un censo. En censo, evidenció el que una familia no recibiría nada, cuando se distribuyera la tierra, porque no había heredero masculino a quien adjudicarla. Ese era un problema real y muy grande. Para resolverlo, Moisés consultó a Dios. La respuesta del Señor es el tema de la meditación de hoy.

Esa familia descendía de Manasés, el hijo mayor del patriarca José, el hijo predilecto de Jacob (Génesis 41:45, 50–52.). Majlá, Noa, Joglá, Milca y Tirsá, hijas de Zelofejad, eran las tataranietas de Manasés. Cuando Moisés llevó el caso delante de Dios, el Señor le respondió: «Lo que piden las hijas de Zelofejad es algo justo, así que debes darles una propiedad entre los parientes de su padre. Traspásales a ellas la heredad de su padre». Aunque Zelofehad estaba muerto, se le asignó una porción entre sus hermanos. Esa porción se iba a dividir entre sus hijas. El Señor no quiso que esas mujeres fueran desheredadas. Ellas también iban a tener una porción entre el pueblo. También, Dios dispuso que se aplique la misma solución en casos futuros. Lo hizo porque Él es justo y no hace acepción de personas. Él Señor quiere que seamos justos en nuestro trato con todos y que respetemos su derecho sin hacer acepción de personas. Debido a nuestra imperfección somos culpables de pecar contra este aspecto de la voluntad divina pues no lo hacemos perfectamente, como Dios lo exige y por eso somos merecedores de toda la ira de Dios. Para salvarnos de tal condenación, Cristo, sustitución de nosotros, fue justo y no hizo acepción de personas. Fue a la cruz para sufrir el castigo que merecemos soportando sobre sí toda la ira de Dios. En gratitud vamos a querer obrar con justicia y no hacer acepción de personas, mientras esperamos su regreso. (Deuteronomio 10:17–22; Proverbios 28:20; Colosenses 3:25; Santiago 2:1,8).

Oración:

Señor, Tú eres justo y yo un pobre pecador que solo merece toda tu ira. Te doy gracias porque tuviste misericordia de mí y me salvaste enviando a tu hijo Jesucristo como mi sustituto y Salvador. Él obedeció perfectamente, en lugar mío, y derramó su vida pagando el castigo que merezco. Te suplico que por medio de tus medios de gracia me afirmes en la verdadera fe de tal manera que no falte en mí el fruto de arrepentimiento cuando me llames a la eternidad. Amén.

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VIVAMOS DECENTEMENTE | lunes 25 de noviembre 2024

Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en inmoralidad sexual y libertinaje, ni en disensiones y envidias. Más bien, revístanse ustedes del Señor Jesucristo, y no se preocupen por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa.

—Romanos 13:13–14

(Lectura de la Biblia en tres años: Lamentaciones 4, Hebreos 11:1–7)

VIVAMOS DECENTEMENTE

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Tengo la impresión de que con cada año que pasa la sociedad es más grosera y descarada que antes. Y es que, en décadas pasadas, quienes vivían desordenadamente lo hacían discretamente por vergüenza. Pero hoy es tan común el descaro que parece no molestar a nadie. ¿Estaré exagerando?

Según la Biblia, no hay nada nuevo bajo el sol. El relajamiento moral de nuestro mundo no es novedoso. Es más, aún el creyente más comprometido nace pecador y con todas las pecaminosas inclinaciones que todos los demás. Eso significa que potencialmente cada persona es capaz de cometer los mismos pecados que los seres humanos más perversos de la historia. La Biblia dice, que desde la perspectiva de Dios, «No hay nadie que haga lo bueno; ¡no hay uno solo!» (Romanos 3:12). Entonces, ¿Qué razón hay en tratar de vivir decentemente?

Poner todo nuestro empeño en tratar vivir decentemente, en medio de un entorno que conspira continuamente contra la santidad, puede resultar muy frustrante. Especialmente cuando se lo hace motivado por las exigencias morales de la ley de Dios. Nuestro viejo Adán es estimulado a la desobediencia cada vez que hay una ley a obedecer. Esta reacción del viejo Adán es conocida por la sicología y la llaman «ley inversa de la sicología». La Biblia le da su verdadero nombre: pecado. Por tanto, cada vez que somos motivados con la ley para agradar a Dios, el resultado inevitable será solo pecado. La frustración resultante es explicada por Pablo así: «Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo. De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.» (Romanos 7:18-19). Dios quiere que seamos decentes y vivamos así. Pero no podemos. Por eso merecemos sufrir toda la ira de Dios por la eternidad. Cristo fue perfecto en lugar de nosotros y en la cruz cargó con nuestro pecado. En gratitud vamos a querer vivir decentemente (Tito 2:11).

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Oración:

Señor, confieso que, por mis propios esfuerzos no alcanzo, ni alcanzare a vivir decentemente. Pero, en gratitud a que soy salvo por los méritos Cristo, quiero vivir santa y decentemente conforme tu santa voluntad. Por el poder de tu evangelio, aumenta mi fe de modo que en mi vida haya fruto de arrepentimiento. Amén.

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CRISTO, REY DE PAZ | domingo 24 de noviembre 2024

 

Él juzgará entre las naciones y será árbitro de muchos pueblos. Convertirán sus espadas en arados y sus lanzas en hoces. No levantará espada nación contra nación, y nunca más se adiestrarán para la guerra.

—Isaías 2:4

(Lectura de la Biblia en tres años: Lamentaciones 3:48–66, Hebreos 10:32–39)

CRISTO, REY DE PAZ

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Muchos de los ancianos que, a diario parten hacia la eternidad, nacieron muy cerca del final de la segunda guerra mundial o cuando esta ya había terminado. Por lo tanto, no fueron testigos oculares del conflicto bélico que angustió inusitadamente al mundo entero. Sin embargo, sí fueron testigos de una guerra igual de angustiante a la que se añadía el continuo temor del posible estallido de una tercera guerra más espantosa que las anteriores. Este conflicto, llamado «guerra fría» fue un enfrentamiento político, económico, social, informativo y científico entre las dos potencias mundiales de la última mitad del siglo 20, que se extendió desde 1945 hasta la disolución de la Unión Soviética. Un clamoroso anhelo por la paz llenó el pensamiento de todos los ámbitos de acción del ser humano. Querían paz y pensaban que esta surgiría del esfuerzo humano por establecerla. No llegó.

La tan anhelada paz no llegó porque la buscaron lejos del príncipe de paz. El texto de la meditación de hoy se encuentra grabado en la plaza del edificio de las Naciones Unidas, en Nueva York. Pero omite la primera oración que es la que señala a Cristo. Por medio de Isaías, Dios prometió a Judá y a Jerusalén que el Mesías iba a venir al mundo a través de ellos. La obra del Mesías es una obra de paz (Juan 14:27). Pero no se refiere a paz diplomática. Es paz espiritual. Por esto miramos esta promesa con los ojos espirituales de la fe, no con los ojos físicos de la política. La paz prometida es la paz con Dios que se basa en los méritos de Cristo y en su perdón. Tal paz es tan efectiva que afecta profundamente la vida de los creyentes. Por el poder del evangelio, cambia sus corazones y los constituye humanos en hacedores de paz que procuran armonía entre ellos y con el mundo que los rodea. Esto no sucede por el esfuerzo de ninguno de ellos, sino por la obra del Espíritu Santo que usa el poder del evangelio. Puesto que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarda nuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús, solo por sus méritos atribuidos a nosotros gratuitamente, vamos a querer ser instrumentos de su paz llevándola por donde vayamos.

Oración:

Señor, sin ti la paz es imposible. Mi viejo Adán es belicoso como el de cualquiera de mis semejantes. Es solo gracias a tu obra redentora a favor de mí que vivo en tu paz. Concédeme, por tus medios de gracia, ser afirmado en la fe de modo que te sirva como instrumento de tu paz: Que mi vida entera esté consagrada a Ti, Señor. Que a mis manos pueda guiar el impulso de tu amor. Que mis pies tan sólo en pos de lo santo puedan ir: y que a Ti, Señor, mi voz se complazca en bendecir. Que mis labios al hablar, hablen sólo de tu amor. Amén. (CC255)

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EL PRIMERO Y EL ÚLTIMO | sábado 23 de noviembre 2024

Al verlo, caí a sus pies como muerto; pero él, poniendo su mano derecha sobre mí, me dijo: «No tengas miedo. Yo soy el Primero y el Último, y el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del infierno.»

—Apocalipsis 1:17–18

(Lectura de la Biblia en tres años: Lamentaciones 3:35–47, Hebreos 10:26–31)

EL PRIMERO Y EL ÚLTIMO

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¿Es realmente Jesucristo el Alfa y la Omega, o se refiere a otro?

Juan estaba desterrado en la Isla de Patmos cuando tuvo las visiones descritas en el último libro de la Biblia. Apocalipsis significa «revelación», es decir, quitar el velo que oculta lo que es revelado. En los primeros versículos, explica que Dios dio esa revelación a Jesucristo quien, a su vez, la envío a Juan mediante un ángel. Por tanto, el verdadero título del libro es «La Revelación de Jesucristo». Título muy adecuado, pues revela quien es Jesucristo, su misión y cómo la lleva a cabo.

¿Quién es Jesucristo? Apocalipsis nos revela que Cristo es Dios hecho hombre, y que, estando encarnado, vivió la vida justa perfectamente en sustitución del ser humano caído. También nos revela que murió inmolado, en sacrificio vicario, pagando el castigo merecido por esa humanidad caída merece. (1:5-10)

¿Cuál es su misión? Puesto que su obra redentora pagó el precio de la salvación para la humanidad, quienes son beneficiados con ella han sido incorporados al pueblo de Dios como reyes y sacerdotes. Junto con Cristo, gobiernan espiritualmente sobre la tierra llevando la salvación hasta el último rincón a través de la predicación de la ley y el evangelio. Sin embargo, Satanás, en franca oposición al reino de Cristo, lo resiste activamente engañando a la humanidad por medio de portentos milagrosos que sus ministros ejecutan concierto éxito mientras persiguen a la iglesia militante (5:1–14; 6:1:1–15). Entre los ministros de Satanás destaca el anticristo. Cristo revela que Satanás y sus inmediatos colaboradores son los primeros en ser lanzados al fuego eterno. Los siguientes en ser condenados a la segunda muerte, el lago de fuego, son los que rechazaron definitivamente la redención obrada por Cristo (20:10–15). El libro concluye convocándonos a beneficiarnos gratuitamente de la salvación lograda por Cristo a favor de la humanidad caída. En gratitud vamos a querer evitar el descuidar una salvación tan grande, teniendo presente lo dicho en Apocalipsis 1:3.

Oración:

Señor Jesucristo, Cordero de Dios, digno eres de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. Porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje, lengua, pueblo y nación; nos has hecho para nuestro Dios un reino y sacerdotes, solo por gracia. Amén.

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EL ALFA Y LA OMEGA (Α&Ω) | viernes 22 de noviembre 2024

«Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios—, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.»

—Apocalipsis 1:8

 

(Lectura de la Biblia en tres años: Lamentaciones 3:15–34, Hebreos 10:18–25)
EL ALFA Y LA OMEGA (Α&Ω)

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Por muchos siglos se ha llamado «Adviento» a las cuatro semanas que preceden al 25 de diciembre, la fecha tradicional de la celebración de la navidad de Cristo. ¿Qué significa adviento y por qué los cristianos lo celebran a través de los años?

Adviento significa llegada. Es un tiempo dedicado a meditar en la primera y segunda venida de Cristo. Meditamos en que el pueblo de Dios, con expectativa gozosa, esperó la primera venida que se evidenció el día que la virgen María dio a luz al Hijo de Dios. El tiempo de adviento concluye con la celebración del nacimiento del salvador. La palabra «Navidad» significa «nacimiento». Ese nacimiento no solo fue celebrado en la tierra. El cielo mismo, con gozo, lo celebró cuando la multitud de los ángeles dieron gloria a Dios y adoraron al Salvador recién nacido (Véase Hebreos 1:6; Lucas 2:10–14; Juan 1:14)

Adviento, al celebrar la segunda venida de Cristo, nos recuerda que Él viene como el juez ante quien el mundo entero comparecerá en el juicio final. Pero que también viene para llevar a su iglesia al gozo perpetuo. La vida cristiana aquí en la tierra es una vida de adviento, es decir, de espera vigilante. Cristo dijo las palabras de la meditación de hoy para la iglesia que espera a su Señor.

Alfa y la Omega son la primera y la última letra del alfabeto griego. Jesús aplica estas letras a su nombre para significar la determinación permanente de Dios, de principio a fin, de salvarnos de la condenación eterna: Nos buscó cuando nosotros huíamos de Él. Nos dio la fe cuando nuestro corazón solo producía incredulidad y permanece a nuestro lado, intercediendo por nosotros hasta el fin para que no nos falte fe. Gracias a Él, podemos descansar confiadamente convencidos que lo que ha comenzado lo terminará. Él es el principio y el final de nuestra redención. Somos creyentes por Él, en Él y para Él. (Filipenses 1:6; Hebreos 12:2)

Oración:

Señor, te doy gracias porque por los méritos de tu Hijo, mi sustituto, soy salvo. Confieso que: Por mi razón y por mis propias fuerzas no soy capaz de creer en Jesucristo, mi señor, ni llegar a él. Sino que es el Espíritu santo quien me ha llamado al evangelio, me ha iluminado con sus dones, me ha santificado y mantenido en la fe verdadera, al igual que llama, reúne, ilumina, santifica a toda la cristiandad sobre la tierra y la conserva en la unidad de la verdadera fe en Jesucristo. Él es quien, en esta cristiandad, me perdona a diario y plenamente todos mis pecados así como los de todos los creyentes. Es él quien, en el último día, me resucitará, a mí y a todos los muertos, y me dará la vida eterna, así como a todos los creyentes en Cristo. No hay duda de que esto es cierto. Amén.

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¡DEL SEÑOR SOMOS! | jueves 21 de noviembre 2024

Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Somos su pueblo, ovejas de su prado.

Salmos 100:3

(Lectura de la Biblia en tres años: Lamentaciones 3:1–14, Hebreos 10:12–17)

¡DEL SEÑOR SOMOS!

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Hace 500 años atrás, todos estaban obligados a escuchar la misa y la lectura de la Biblia solo en latín. El cambio vino con la reforma. Martín Lutero devolvió a la gente el poder de adorar al Señor en su lengua materna. Además, promovió que la Biblia se publique en la lengua vernácula de cada nación cristiana. Él mismo dio ejemplo al traducirla al idioma de su pueblo, el alemán. Sin embargo, eso no significa que Lutero estaba en contra del latín. Sostenía que el aprender latín era de beneficio para los creyentes, en especial para los líderes. Por esto, cuando se presentaba la oportunidad de animar a alguien a tal estudio, no la perdía.

Lutero viajaba a pie a menudo. En cierta ocasión se alojó en una rústica casa de campesinos. Ellos, sin saber quién era, lo recibieron y lo trataron tan bien como pudieron. Cuando lo supieron, rehusaron toda paga, pero le pidieron que se acordara de ellos en sus oraciones y que escribiera con tinta roja en la pared una frase de recuerdo. Lutero escribió en latín: «Domini Sumus». Cuando el campesino preguntó el significado, Lutero explicó que la expresión tenía doble sentido. —Significa —le dijo—, «Somos del Señor», pero también puede significar: «Somos señores». Lo uno resulta de lo otro: por cuanto nos rescató el Señor Jesucristo a gran precio, no debemos ser esclavos de Satanás ni de nada, sino señores verdaderamente libres que no sirven al pecado sino al Señor Jesús.

Pero ser del Señor va más allá del hecho de estar a su servicio. En la antigüedad se comenzó a llamar Señor a quien usaba sus recursos para proteger a quienes podían ser abusados (esta idea permanece cuando se escribió Don Quijote de la Mancha). No hay lugar más seguro, ni protector más confiable que nuestro Señor. En gratitud a los méritos de Cristo, por los cuales somos perdonados y salvados, vamos a querer estar firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres y vivir consagrados a Él, confiando en su protección (Gálatas 5:1–14; 1 Corintios 6:19–20; 7:23; Salmo 91).

Oración:

Que mi vida entera esté consagrada a Ti, Señor. Que a mis manos pueda guiar el impulso de tu amor. Que mis pies tan sólo en pos de lo santo puedan ir: y que a Ti, Señor, mi voz se complazca en bendecir. Que mis labios al hablar, hablen sólo de tu amor. Que mis bienes dedicar yo los quiera a Ti, Señor. Que mi tiempo todo esté consagrado a tu loor. Que mi mente y su poder sean usados en tu honor. Toma, ¡oh Dios!, mi voluntad, y hazla tuya nada más; Toma, sí, mi corazón y tu trono en él tendrás. Amén. (CC255)

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